Cuando hablamos de que la lucha en Venezuela es entre el bien y el mal, no lo hacemos como un eufemismo sino como una realidad tangible y palpable; la lucha que se está librando en Venezuela no solo se limita al ámbito político sino que va más allá.

El finado presidente, desde su llegada al poder –hace ya 22 años– invocó, en sesiones de espiritismo y de santería, a fuerzas oscuras para su guía política.

Créalo o no, este aquelarre institucionalizado, el cual tuvo su punto más álgido en los rituales encubiertos con motivo de la exhumación de los restos mortales del Libertador Simón Bolívar, ha sido una práctica común en las altas esferas del régimen.

La brujería, la hechicería y la invocación a las fuerzas del mal han sido la savia que ha alimentado el cuerpo del régimen, pues, desde el mismísimo Hugo Chávez (recomiendo leer los libros Los brujos de Chávez de David Placer y La Brujocracia por este servidor) fue el principal promotor de esta atípica concepción de la dirección del Estado.

Ahora, Nicolás Maduro promueve un nuevo aquelarre con motivo al Bicentenario de la Batalla de Carabobo, un nuevo episodio donde los usurpadores entregarán sus esperanzas y bajos deseos a las potencias más oscuras, más allá del plano terrenal.

Sin duda, nada bueno puede esperarse de este régimen. Ellos no creen en el bien, y tampoco en nada que tenga relación a un código moral de conducta; ellos no creen en Dios, pues su concepción ideológica viene de un materialismo tajante y antirreligioso como fue –y sigue siendo– el marxismo.

Debemos estar claro, este modelo, que en mala hora llegó al poder en Venezuela, es un cóctel que mezcla el autoritarismo socialista, el espiritismo diabólico, la corrupción moral y el pillaje más cruel de la historia.

Quienes defendemos los valores contrarios, quienes aupamos el bien sobre la podredumbre, debemos tener consciencia de contra quiénes luchamos. Pues ellos ni son demócratas, ni son honestos y mucho menos buenas personas.

Ellos defienden una organización criminal, un conglomerado de mafias, la encarnación del mal y se unen con todo lo malo que existe en la sociedad; ellos auspician la inmoralidad, la envidia, el resentimiento, lo antiético, la destrucción de la paz, todo aquello que sea positivo es pulverizado por sus políticas y por sus acciones desde los espacios de poder.

Por ende, debemos prepararnos para una batalla que no es simplemente política, debido a que ellos son unos delincuentes, unos embaucadores, unos desalmados que no le tiembla el pulso ante absolutamente nada para cometer sus fechorías.

Ellos se valen de cualquier método para mantener a Venezuela bajo su nefasto y cruel poder; es momento de darle un parao a todo esto, es momento de que la lucha se libre hasta la cuenta final.

No podemos seguir permitiendo que Venezuela sea un «templo de culto a lo maligno» debemos liberar al país de todas esas ataduras, tenemos que liberar a Venezuela de todas esas desviaciones que le pesan, no podemos seguir atados a una realidad que nos hunde, que nos humilla, que nos encierra, que nos somete.

Sí, debemos triunfar no solo para limpiar a Venezuela desde la óptica política sino para reinstaurar la bondad y las virtudes que históricamente caracterizan al pueblo venezolano.

Como les dije, no se trata de solo una lucha por el poder, esto es una guerra por la salvación de Venezuela.

Esto va más allá, esto es una pelea, cuerpo a cuerpo, entre el bien y el mal. Y ya sabemos cómo terminará esto. El bien siempre vence al mal. Pero hay que apresurar el paso para evitar más destrucción y dolor. Es justo y necesario.