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Por Elda Cantú Senior News Editor, Latin America |
“Es lo que hay”, dijo el primer ministro británico Boris Johnson al anunciar su renuncia el jueves. |
Johnson se había aferrado a su cargo durante unas intensas 48 horas, lapso en el que varios legisladores le pidieron que renunciara y más de 30 funcionarios de su gobierno dimitieron. |
“Parecía la última jugada de dados de uno de los grandes apostadores en la política británica”, escribió Mark Landler, nuestro jefe de buró en Londres. “Su descarado rechazo a ceder ante la realidad invitaba a compararlo con la resistencia de Donald J. Trump en los caóticos días posteriores a que perdiera la elección presidencial de 2020”. |
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La crisis se precipitó al difundirse un escándalo sexual y de acoso que involucraba a Chris Pincher, un legislador designado por Johnson para un alto cargo. El primer ministro dijo que no conocía los antecedentes de Pincher, pero luego reconoció lo contrario. |
Y, por extraño que parezca, opina la periodista Martha Gill, “lo que en realidad podría haber derribado a Johnson no es un escándalo, sino una disculpa”, pues, añade, “contravino una costumbre en toda su vida política y admitió haber obrado mal”. |
Johnson, quien había sobrevivido múltiples escándalos en los tres años de su mandato, “se volvió vulnerable ante una de las acusaciones más peligrosas de la política británica: “la hipocresía”, observó cuando comenzó la crisis Katy Balls, editora política en The Spectator. |
Pero no es que, como señala nuestra excorresponsal en Londres Sarah Lyall, “alguna vez haya engañado a alguien sobre quién era en realidad”, y añade que tiene “una historia larga y bien documentada tanto de evadir la verdad como de actuar como alguien que se cree exento de las reglas normales de conducta”. |
Ahora se espera que los conservadores, que tienen la mayoría en el Parlamento, utilicen las vacaciones de verano para elegir al nuevo líder del partido, que se convertirá en el próximo primer ministro. Los analistas creen que el proceso podría demorar hasta el otoño. Y, sin un sucesor claro, parece que Johnson seguirá un poco más en el poder. |
Una jaula invisible |
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La policía de China está adquiriendo tecnología con el propósito de predecir crímenes y protestas. Pero el algoritmo etiqueta como sospechosas a personas que tal vez no han hecho nada mal: registrarse en un hotel si se ha participado en manifestaciones, comprar un boleto de tren si se es un inmigrante o, incluso, en el caso de algunas personas con enfermedades mentales, salir de casa. |
“Se trata de una jaula invisible de tecnología impuesta a la sociedad, cuyo peso desproporcionado recae sobre grupos de personas que ya sufren una grave discriminación”, comentó Maya Wang, investigadora de Human Rights Watch para China. |
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