Espert y López Murphy son liberales, pero no perciben al mayor enemigo del liberalismo
Una imagen en las redes sociales desató el debate en el liberalismo argentino. ¿De un lado Javier Milei y del otro todos los demás?
Para los liberales que no estamos en las rencillas político partidarias, la interna entre los referentes del espacio y sus principales allegados es un verdadero calvario. Lo peor es que ni siquiera estarían compitiendo por los mismos espacios. Ricardo López Murphy pretende ser jefe de Gobierno, José Luis Espert gobernador bonaerense y Javier Milei se perfila como presidente. Lo más insólito es que a los tres les dan los números en cada uno de los escenarios para soñar con el batacazo. Sin embargo, el aspirante a intendente está en una coalición socialdemócrata de peligrosísimos elementos, mientras que el que pretende la gobernación sigue solo sin aliado nacional y, por último, el que podría llegar a la Casa Rosada continúa avanzando con un armado independiente.
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Mientras los disparos van en todas las direcciones, la última semana quedó sobre la mesa un debate sobre “pureza” ideológica de Espert y López Murphy, con una imagen que los situaba junto a Horacio Rodríguez Larreta, en contraposición a Milei, que aparecía reivindicado como el único liberal de los tres. El escándalo en el microclima liberal tuitero -chiquito pero ruidoso- giró alrededor de una pregunta insólita: ¿Son socialistas Espert y López Murphy? La respuesta a eso es clara y es un rotundo no. Sin embargo, no se puede dejar de resaltar que ambos diputados liberales parecen no percibir al mayor enemigo del liberalismo que tendrá las próximas elecciones argentinas. Me refiero al intendente capitalino, que es la manifestación más explícita del antiliberalismo por múltiples razones.
Claro que desde el espertismo y del lopezmurphismo se puede advertir que ninguno de los dos participa del mismo espacio político que Rodríguez Larreta. Sin embargo, Espert lo reconoció como un “buen jefe de Gobierno” y López Murphy continúa dentro de su misma coalición. Es decir, que, independientemente como le vaya al bulldog en la primaria de la Ciudad Autónoma, de triunfar Larreta en la PASO cambiemita, deberá acompañarlo como hizo con María Eugenia Vidal en 2021. De más está decir que, con Milei enfrente, Larreta lo exprimirá como un limón y lo mostrará en todos los escenarios como el liberalismo en Juntos por el Cambio.
Denominarlos socialistas a Espert y López Murphy es un claro desatino. Desde 2003, el exministro de Defensa y Economía ha sido el único que ha defendido los valores de la libertad en la discusión política hasta hace muy poco, cuando «el profe» irrumpió en el escenario para las presidenciales de 2019. Pero más allá de su rol público, López Murphy (me consta) ha sido extremadamente generoso a la hora de difundir los principios liberales en todo el país y en América Latina. Hemos recorrido el país juntos durante la última década, donde ha brindado un sinnúmero de conferencias en todas las provincias. Puedo confirmar que por ninguno de los eventos ha cobrado un solo peso en materia de honorarios, que me ha tocado saludarlo por su cumpleaños en medio de vuelos regionales alejado de su familia y que ha mantenido sus compromisos en medio de complicadas situaciones vinculados a problemas de salud propios y de familiares de su círculo más íntimo. Aunque he tenido diferencias con varios de sus posicionamientos políticos, que le he manifestado personalmente en cada oportunidad, no puedo permanecer en silencio cuando se lo acusa de “colectivista” o “socialista”.
Lo mismo ocurre con José Luis Espert, cuya trayectoria habla por él. Basta mirar sus archivos, cuando tenía algo de pelo en la cabeza, para confirmar su solvencia intelectual. Incluso antes del kirchnerismo, el economista advertía las problemáticas nacionales y sus riesgos. Ya desde las presidencias de Carlos Menem y Fernando de la Rúa, Espert anticipó el desastre de 2001 y mantuvo la misma solidez en el debate público cuestionando al kirchnerismo y al macrismo por sus desatinos económicos. Pero, más allá de su pasado y del hecho que fue la punta de lanza del liberalismo político reciente hace tres años en un escenario polarizado, tildarlo de “socialista” por estos días es una injusticia absoluta por una cuestión muy concreta: su plataforma para la gobernación de Buenos Aires es la propuesta más liberal que haya conocido la provincia en su historia. Descentralización, empoderamiento de municipios a costa de ceder prerrogativas centrales, impulso del sector productivo, reforma fiscal, eliminación de trámites e impuestos, etcétera. Los que fuimos formados en los principios alberdianos nos emocionamos al leer su plataforma para las próximas elecciones.
Sin embargo, con todos estos antecedentes que les aseguran a ambos la afiliación vitalicia al liberalismo (que pasó de ser mala palabra a un prestigioso club ante el desastre del estatismo argentino), ninguno de los dos termina de comprender lo que significa conceptualmente una presidencia de Horacio Rodríguez Larreta. Tampoco parecen mostrarse perceptivos al mayor enemigo de la libertad del futuro. Hablo del Gran Hermano gubernamental, apoyado en las herramientas tecnológicas que puede someter a los ciudadanos al peor de los corrales fascistoides. De los tres referentes liberales, el único que lee a Larreta correctamente es Milei. ¿Será por una cuestión generacional? ¿Por las persecuciones políticas que sufrió en carne propia? ¿Por la influencia de los principios libertarios? No lo sé, pero es irrelevante. El tema es que parece ser el único político argentino que percibe el peligro de la aplicación del modelo megaestatista municipal a la nación. Aunque muchos periodistas lo miran de forma incrédula cuando el libertario expone su arsenal contra el intendente que quiere llegar a la Casa Rosada, unos pocos (desafortunadamente) percibimos del otro lado de la pantalla a las problemáticas a las que hace referencia.
Los principios del liberalismo siguen siendo los de siempre. Sin embargo, la tecnología ha hecho mucho para empoderar al ciudadano y darle alternativas ante los malos bienes públicos que brinda el Estado. El futuro luce prometedor para los liberales en muchos aspectos: internet hizo que la escolarización regulada por el Estado pierda el monopolio de la educación, Bitcoin fue solamente la punta de lanza de lo que serán varias monedas privadas descentralizadas y muy pronto una buena cantidad de argentinos trabajará desde sus casas para el exterior. Sin sindicatos de por medio y cobrando recursos que el Estado no podrá rastrear ni morder aunque quiera. Estos avances ya inevitables harán que los gobiernos argentinos tengan que dejar de lado ese vicio de considerar a cada persona una “base imponible” como dice Gustavo Lázzari.
Ante estos desafíos, es fundamental retomar un aspecto fundamental del liberalismo tradicional: el de la intimidad ante el Estado y el derecho a la privacidad. El kirchnerismo ha pervertido tanto la cultura general, que ya dejó de lado la idea de rango constitucional de que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Partir de la presunta culpabilidad ante un Estado tan moderno como intrusivo puede generar una catástrofe que en el futuro nos haga ver al kirchnerismo como un mal menor. Yo se que esto puede ser complicado de asumir para más de uno, pero es una realidad.
Claro que Larreta es keynesiano y despilfarrador. Con la excusa de fortalecer la oposición al kirchnerismo, el intendente hizo del Estado municipal una descomunal burocracia que hasta se da el lujo de aumentar los impuestos mediante indexación inflacionaria. Aunque “los halcones” del PRO se disgusten, las gestiones de “centroizquierda” de Aníbal Ibarra o Jorge Telerman eran «liberales libertarias» en comparación a lo que comenzó en 2007. No es mi opinión, son los datos.
Pero esto, que ya es suficiente como para distanciarse del jefe de Gobierno, no es lo más grave. Larreta sueña con un mecanismo de control moderno donde todos los datos de las personas estén centralizados al alcance de la burocracia. A pesar de sus modales refinados, no es otra cosa que la premisa fascista de Mussolini de que todo tiene que estar dentro de la órbita del Estado. Increíblemente, hasta hay “autopercibidos liberales” que trabajan en ese proyecto nefasto. Si una gestión suya ya sería complicada, imaginar un retorno populista luego de una eventual presidencia de él, con todos los datos de cada persona en una moderna plataforma, sería una pesadilla orwelliana.
La última semana fui a un registro civil de la Ciudad para solicitar la copia de un documento que la municipalidad tiene y allí me manifestaron que ya no los entregan a solicitud presencial. Las personas deben registrarse en la plataforma, dejar todos sus datos, tener un usuario que reúne toda la información personal y solicitarlo mediante esa vía. Ante mi pregunta al empleado sobre si alguien se había quejado por la obligatoriedad de la nueva metodología, la respuesta fue negativa. Manifestó, sin percibir el motivo de mi indignación, que toda la gente está muy contenta en resolver sus trámites de forma sencilla y desde su casa. Claro que esto deja en evidencia que la culpa no es solamente de Larreta y su equipo. La mayoría de la ciudadanía no percibe el peligro y la oposición no presentó un solo proyecto para revertir la situación. Ni los legisladores denominados liberales o libertarios. Parece que el neonazi “pase sanitario” durante la pandemia (inventado por el kirchnerismo y avalado por el equipo de Larreta) no fue suficiente para que muchos abran los ojos.
Como dije, imputarles los motes de “socialistas” o “colectivistas” a dos grandes referentes del liberalismo y excelentes diputados es, como mínimo, injusto. Sin embargo, tanto Espert como López Murphy, en sintonía con los principios que profesan, se deben una gran reflexión sobre un eventual aliado. Se los digo con el cariño y el respeto que ambos saben que les tengo. Y la honestidad es condición indispensable para el cariño y el respeto.
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