Carlos Manuel de Céspedes: de la campanada al silencio
Tras su destitución como presidente de la República en Armas, Céspedes había sufrido vejaciones y un trato indigno considerando su jerarquía y rol en la guerra por la independencia
LA HABANA, Cuba. — El 27 de febrero de 1874 murió Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, en el pequeño poblado de San Lorenzo, ubicado en la Sierra Maestra. Allí, privado de sus ayudantes y su escolta, esperaba que el poder español autorizara su salida de Cuba, pues no quería abandonar la isla secretamente, como un fugitivo.
Tras su destitución como presidente de la República en Armas, Céspedes había sufrido vejaciones y un trato indigno considerando su jerarquía y rol en la guerra por la independencia. El nuevo gobierno, encabezado por Salvador Cisneros Betancourt, lo había enviado a San Lorenzo con una orden explícita al prefecto de la localidad, José Lacret y Morlot, de atender, o más bien vigilar, a su ilustre huésped.
Durante poco más de un mes, Céspedes se dedicó a visitar a los guajiros de la zona, enseñar a los niños a leer y escribir, y jugar ajedrez. También escribió mucho en su diario y varias fuentes aseguran que tuvo un romance con una campesina viuda, que poco tiempo después tuvo un hijo al que llamó Carlos Manuel.
El día de su muerte fue sorprendido por una pequeña tropa de soldados enemigos que formaban parte de un destacamento armado mucho mayor. Habían desplegado un operativo extenso y cuidadoso, como si tuvieran conocimiento de que alguien importante se hallaba en aquella zona. Algunos historiadores opinan que los españoles llegaron a Céspedes gracias a una delación.
El padre del alzamiento independentista no podía permanecer en libertad, aunque hubiese perdido rango y prestigio entre tropas poco dispuestas a la disciplina y el consenso. Cuando las tropas españolas rodearon el caserío de San Lorenzo, hicieron varios disparos al aire, conminando al jefe mambí a rendirse. Céspedes respondió con fuego; entonces un sargento enemigo, que había logrado acercarse más que el resto, le disparó a quemarropa.
Herido de muerte, el Padre de la Patria cayó por un barranco. Su cuerpo fue recuperado por los militares españoles, expuesto públicamente en el Hospital Civil de Santiago de Cuba, y enterrado en una fosa común. El 25 de marzo de 1879, un años después de concluida la Guerra de los Diez Años, personas fieles exhumaron sus restos en el cementerio de Santa Ifigenia, para dar honrosa sepultura y salvar del olvido al hombre que rompió las cadenas de un pueblo entero.
Las pocas pertenencias de Céspedes fueron ocupadas tras el combate de San Lorenzo, entre ellas su diario, que uno de los soldados mantuvo a buen recaudo hasta que el patriota Julio Sanguily se lo compró para entregarlo a su hermano Manuel, quien lo dejó en manos del periodista José de la Luz León. En 1981, poco antes de su muerte, el guardián del precioso documento pidió a su esposa que lo entregara al historiador Eusebio Leal Spengler, quien se ocupó de que fuera publicado.
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