Los censores no son de la gran escena
El sexismo, la trivialidad y la vulgaridad tienen su matriz en la sociedad totalitaria socialista y en el poder absoluto para poder brindar pan y circo
LA HABANA, Cuba. — Diciéndose diestros en detectar vulgaridades, los censores castristas son siniestros en reprimir el pensamiento libertario, y se convierten entonces en los que imponen la vulgaridad.
Qué pensará el artista disidente Luis Manuel Otero Alcántara, en su celda, si tuviera a su alcance el diario Granma en papel —su versión digital en Internet es imposible para él en la cárcel— y leyera lo que aseguró Díaz Canel a un grupo de escritores y artistas oficialistas: “Tengan la seguridad de que no hay prejuicio alguno con la cultura desde la dirección del Partido, el Gobierno, o las instituciones”.
Las palabras del gobernante ante la pléyade de sicofantes culturosos de provincia fue aclamada por los presentes, convocados al Palacio de la Revolución y que intentan seguir las orientaciones de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), un cuerpo de intelectuales mansos al servicio del régimen.
Las ovejas del rebaño cultural fueron arreadas al matadero ideológico por excelencia. El edificio que esconde al Comité Central comunista, la antítesis de la cultura. Allí, el placeteño mandatario, con la soberbia del poder, dijo a los tramoyistas: “La ausencia de prejuicios se ha ido construyendo, y creo que Fidel fue el primer visionario de eso”.
Nadie lo contradijo. Los presentes cerraron sus bocas y juntaron sus rodillas. El espíritu de Virgilio Piñera sobrevoló el salón. Las cámaras quedaron ciegas.
Para romper el silencio, Pedro de la Hoz (y el Martillo), periodista cultural, refirió su adhesión a la “resistencia creativa”. Resaltó la importancia de “conferir desde el universo de la cultura, condiciones que resultan sustanciales a la lucha contra el colonialismo cultural”. Y sentenció: “Los medios tienen que entretener; pero entretener con cultura”.
Es la sofocante palabrería de quienes reciben al rapero Tekashi 6ix9ine y le tapan las groserías y estupideces de marginal por los cuatros costados: ex – pandillero, drogadicto y confidente del FBI. Mientras, hacen huir a Betsy Remedios, la muchacha de Banes, Holguín, que casi se alza con el Got Talent, Madrid, un concurso artístico de España.
Hoy, ya Betsy Remedios es parte del cuerpo artístico del Teatro de la Zarzuela. La talentosa interprete, graduada de la Universidad de las Artes y miembro del Teatro Lirico Rodrigo Prats, es uno de los 340 000 cubanos que huyeron del país en los últimos meses debido a la miseria y la represión. Su ruta de escape fue algo diferente a la de la mayoría de sus compatriotas: pasó por Rusia, Serbia, y Grecia, donde estuvo en un campo de detención. Finalmente consiguió llegar a Espana. A solo seis meses de su llegada, y tras participar en el concurso televisivo, fue aclamada por el publico y la prensa especializada.
Entonces, si el talento huye, y la furrumalla es recibida con alfombra roja, ¿dónde está el gusto de la manada cultural conducida por perros ovejeros como Abel Prieto, Rogelio Polanco, Fernando Rojas, Alpidio Alonso o Luis Morlote?
Los alabarderos de la corrección cultural nos impusieron a Pello el Afrokan contra la Orquesta Aragón y los Beatles en los lejanos años sesenta. Los viejos obscenos y moralizantes de los noventa auparon al sexista José Luis Cortés (El Tosco) contra el rebelde Carlos Varela.
El sexismo, la trivialidad y la vulgaridad tienen su matriz en la sociedad totalitaria socialista y en el poder absoluto para poder brindar pan y circo. Solo así, y a falta de otros valores, se rescata para el imaginario popular un proxeneta como Alberto Yarini, para establecerlo en el panteón de los prohombres de la república. A ese crápula le dedican filmes, libros y obras de teatro.
Ya lo decía Mijaíl Bulgakov, hace un siglo, en su cuento Corazón de Perro: la crisis económica primero está en las mentes y luego va a las tarimas.
Esos reciclados que aspiran a la piñata cultural, o a ser la nueva oligarquía, que arrebatan teléfonos y se plantan de guapos de esquina, son los que promueven las canciones de Raúl Torres (el Buitre), del libidinoso Fernando Bécquer, y por qué no, hasta de Chocolate MC.
Por eso, ante la pudibundez político-cultural de los censores, habría que recordarle a la manada que si Los Van Van y Buena Fe no eran dignos del programa televisivo De la Gran Escena, Ernesto Lecuona y Celia Cruz, sí.
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