Al corazón de la montaña: hoy como palmera
SOL DE MARGARITA, 5 Abr, 2023 | Reunidos en la última asamblea, previa a la Semana Santa, los Palmeros Asuntinos, escuchamos con atención los lineamientos para la poda de año. Es el esperado día, jueves treinta de marzo del dos mil veintitrés. A las dos de la tarde se inicia el ascenso al campamento “Juan Marta Rivas”; entre logística y preparación de equipamiento, a las diez de la noche de forma sincronizada todos nos vamos a nuestros chinchorros.
Suena la guarura las cuatro en punto de la madrugada del día viernes treinta y uno de marzo, es la hora, se enciende el fogón, se escuchan las oraciones al unísono frente a la capilla, nos encomendamos al Dios todopoderoso para que guíe nuestros pasos; en completa introspección cada corazón late a su ritmo y una luz encendida brilla en la oscuridad reafirmando nuestra bendición. Se enuncian nombres, uno a uno, atenta, hasta escuchar el mío, luego oscuridad, hojarasca, pisadas, chasquidos, voces, con la cabeza inclinada al piso, ojos atentos, los cinco sentidos agudizados, sube la adrenalina, cantos de un palmero, ecos que retumban, solo la penumbra, gritos de alerta en la lejanía, piedras, troncos, barro, lodo, agua, pitos del guía, respuestas.
Ya a medio camino aproximadamente, viene la escalera, fuerza que emerge dentro de tu ser, impulso a continuar, debes arrastrarte, usar tus manos y pies para poder avanzar, me desprendo de parte de la ropa que me protege por el desespero de la humedad relativa, pienso en la hierba cortadora que puede desgarrar mi ropa y mi cuero, en el corozo, árbol de espinas, con su espesor que es la barrera del camino, no puedes caer, allí están esbeltos y de respeto. Tambaleo, jadeo, sudo, mi corazón late a ciento cuarenta palpitaciones por minuto, todo se pone oscuro, pido ayuda, me siento, me asisten, apenas en cinco minutos, me recupero, mis hermanos palmeros me preguntan puedes continuar?, y doy un sí rotundo, seguimos, ya el sol sonríe abrazamos el amanecer, podemos ver nuestros rostros, nos separamos, una cuerda espera, subimos escalando la pendiente, el ímpetu, arrojo y la fuerza natural emerge en cada uno de nosotros, nos despedimos, cada equipo se dirige a un espacio diferente, llueve, desciende la temperatura, la neblina te abraza y el frío te acaricia, ya no veo a nadie, sola con el más experimentado, me encomienda el amarre, mis manos pequeñas se hacen fuertes y se desplazan acariciando cada haz de palma, suave pero firme, sin maltratarla, todo en completo silencio, sólo con la natura.
Observo, acaricio, hurgo la tierra, la tomo entre mis manos, con humus en su superficie, pero blanca como la arena de mar, mi mente vuela entre las formaciones geológicas, irrumpen los guataneros de la espesura con las hojas para continuar con la misión.
Comemos, ya los haces listos, iniciamos el descenso, empiezan a aparecer los grupos, no hay forma de bajar más que sentados como en un tobogán, una y otra vez, oigo sonidos detrás de mí, chasquidos, pitos, enganches de la palma que te atrasa y debo retroceder, tomamos el cauce río, puedes resbalar, limo, piedras, adrenalina incesante, contemplo la majestuosidad de árboles centenarios, la belleza de sus flores, los cambios de los pisos térmicos, caminos angostos, caídas una y otra vez, detrás de mí; ya al ver lo plano del camino, siento el regocijo de estar más cerca del objetivo, agrupados nos disponemos a entrar al campamento, el encuentro con la nueva generación con sus rostros sonrientes que alimentan el corazón y el alma y con las mujeres que se encargan del desayuno, hoy es un día especial, me tocó estar del otro lado, de la montaña, mi corazón latió al compás de la madre tierra, mis pies se amarraron al corazón de la montaña, hoy abracé la palma, la sentí, la lloré, la viví, sólo los que aman su “terroir”, su microhistoria pueden hacerla suya: la tradición es de quien la vive y la siente en su corazón y en su alma.
La Asunción 3 de abril de 2023
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