EL PUNTO CERO DEL
ÉXODO VENEZOLANO
De Jaime Ortega
Carrascal, de la agencia EFE, es el texto que sigue publicado en el portal Panam Post:
-"En Venezuela no encuentro los
medicamentos, no encuentro nada, no encuentro alimentos, no me voy a morir
allá", dijo el venezolano Key Torres.
Cúcuta
(Colombia), 23 oct (EFE).- La Parada es el punto cero para quienes dejan Venezuela por la crisis. A este caserío de calles
polvorientas que bordea el lado colombiano del puente internacional Simón
Bolívar llegan a diario miles de personas, la mayoría en escala para seguir a
otro lugar y los más pobres para quedarse.
Salir
de Venezuela, aunque no se tenga a dónde ir, ya es un alivio para personas como
María Teresa, que dejó atrás una vida de necesidades en Caracas y se detuvo en
la miseria de La Parada donde sobrevive vendiendo agua y refrescos frente al
puesto de salud adscrito al Hospital Jorge Cristo Sahium, uno de los puntos más
frecuentados por sus compatriotas.
A 500
metros de allí, familias enteras viven en un campamento improvisado al lado de
un caño de aguas turbias que les sirven para cocinar y para que los niños se
refresquen del tórrido calor.
Como
ellos, miles de venezolanos circulan todos los días por La Parada, convertida
en mercado a cielo abierto en la avenida que conduce al puente -cerrado a los
vehículos- y donde proliferan los negocios informales.
En
plena avenida, a la sombra de unos árboles, mujeres venden a 3 000 pesos (unos
90 centavos de dólar) almuerzos compuestos por arroz, espagueti, fríjol y algo
de carne a quienes no alcanzan la larga fila en el comedor Divina Providencia,
donde la Iglesia católica sirve gratis 4 000 raciones diarias.
La
avenida es un hervidero de gente que ofrece desde transporte hasta comidas,
medicinas, remesas de dinero o artículos de higiene, pero especialmente hay
infinidad de porteadores, muchachos que se dedican a pasar la frontera, por el
puente o por trochas, cargando sobre sus espaldas los mercados que los más
afortunados compran en la vecina Cúcuta para llevar a Venezuela.
Los porteadores,
también llamados «caleteros» o «carrucheros», corren detrás de cada taxi o
peatón que se abre paso entre la multitud en dirección al puente para ganarse
unos pesos colombianos con la carga de mercancías.
Así
se forma una fila interminable de gente que regresa a Venezuela llevando los
productos comprados en el floreciente comercio de Cúcuta al que la crisis del
país petrolero parece venirle de perlas.
«Esta
migración que está llegando se está quedando en este sector, ustedes lo ven»,
dice Ruiz a Efe, y explica que los nuevos habitantes de Villa del Rosario son
la gente «que no puede salir a otro país y la que nos está aumentando muchas
cosas en el municipio, (como gastos) en salud, en educación».
Según el alcalde, la población de
Villa del Rosario aumentó un 23 % en cuestión de tres meses porque pasó «de
tener 90 000 habitantes a más de 120 000», cifra que calcula puede ser mayor
porque «no se tiene una identificación completa de la gente».
Para
atenderla, la Alcaldía utiliza recursos públicos y tiene el apoyo de diferentes
ONG y organismos internacionales, por lo cual afirma rotundo: «Si no fuera por
esa ayuda esto sería un caos».
Esa
es la otra cara de la moneda, la cooperación de organismos como la Agencia de
Refugiados de Naciones Unidas (Acnur), la Agencia Española de Cooperación
Internacional para el Desarrollo (Aecid) o el Consejo Noruego para Refugiados
(NRC), que atienden a todo el que llega al puesto del Gobierno colombiano a un
costado del puente.
Los
venezolanos huyen desesperadamente de su país para no morir de hambre. Allí los venezolanos reciben atención
médica, vacunas, orientaciones en cuanto a salud y derechos y quienes viajan
con pasaporte, el sello de Migración Colombia.
Uno
de ellos es Key Torres, de unos 30 años, que está en silla de ruedas por un
accidente de motocicleta y busca atención después de un largo viaje desde
Caracas, según dice, «motivado por la necesidad económica que estamos pasando
ahí».
«Allá
no encuentro los medicamentos, no encuentro nada, no encuentro alimentos, no me
voy a morir allá, (por eso) yo me vine», asegura a Efe.
Algunos,
como una mujer con un niño de brazos, aprovechan la visita del canciller
colombiano, Carlos Holmes Trujillo, para pedir más ayuda.
«Todos
los días entran más migrantes, hay más demanda de servicios y los recursos no
son suficientes», explica el canciller.
Según
dijo a Efe el representante de Acnur en Colombia, Jozef Merkx, en la frontera
hay «un movimiento pendular» donde entre 30.000 y 40.000 personas por día
«ingresan (a Colombia) y regresan a Venezuela» después de conseguir «las cosas
más básicas».
«Acnur
tiene presencia fuerte en la frontera con Venezuela, no solo aquí en Cúcuta,
también en Arauca, en La Guajira, en otras partes, y para nosotros es muy
importante recibir a la gente más vulnerable, los refugiados, los migrantes que
llegan y que necesitan la protección en Colombia», señala Merkx.
En
un mar de necesidades como el de La Parada, todos sienten la escasez. «Nosotros
como Acnur y
ONGs que trabajamos con
venezolanos estamos mal financiados, nos faltan muchos recursos, por ejemplo
este año solo tenemos un 40 % de lo que necesitamos», concluye.
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