Tiquire Flores, tradición de trabajo, por Rafael A. Sanabria M.
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Martín de Gámez fue de los primeros encomenderos de los valles de Aragua, en donde habitaba la etnia Tiquire. Su hijo Alonso de Gámez vendió sus tierras al capitán Don Cristóbal Quixano. Las hijas de Quixano, hicieron partición en 1690. En ese paño de tierra se localizaba Tiquire. Allí se instaló el primer trapiche del valle. Más tarde se construyó el acueducto que constituía la más importante obra hidráulica de la provincia de Catracas, en la posesión de tierras adquiridas por el canario Don Felipe Lorenzo Fernández, por compra que éste le hizo a los Arias Altamirano Quixano en 1736.
Hay que hacer un paréntesis para recordar que Lorenzo Fernández donó una parte de sus tierras, llamadas Monte Oscuro, para la fundación de El Consejo. En 1782 la hacienda fue vendida por los herederos de Felipe Lorenzo al doctor José Domingo Blanco, con 57 tablones de caña dulce y 27 esclavos, compuesta de varias posesiones: Tiquire, Yaragüí, Macuaya y Guacamaya. En el poblado vivió Fernando Borges Medina, quien le diera altos vuelos culturales a la población, quien era descendiente de Lorenzo Fernández.
En 1819, las hijas del doctor José Domingo Blanco (Merced y Natividad Blanco), arrendaron a Juan Bautista Coll, Gaspar Fontanals e Hilario Cardozo, la hacienda que por la Guerra de Independencia se encontraba en ruinas y quedaban los arrendatarios obligados a arreglar inmediatamente el ingenio.
En 1827 Tiquire estaba en manos de Guillermo P. Lemmon, de la casa mercantil Lemmon, Forsyth y Beste, quien concertó con Juan Aldersón su administración, entregándole la hacienda no sin antes declarar las deudas que había contraído a causa de las modificaciones y reparaciones hechas a las mismas. Sus acreedores eran: Daniel Doyle, Tomás Feller, David Corre de Filadelfia
El norteamericano doctor Samuel D. Forsyth adquirió cuatro séptimas partes de la hacienda, que luego vendió al doctor Félix María Alfonso en 1833 y Don Martín Tovar Ponte compró las otras tres séptimas partes a los herederos de Blanco. Para 1835 eran Alfonso y Tovar los propietarios de la gran posesión Tiquire que constaba de casa principal de habitación, casa de mayordomos, albergue de la servidumbre (8 ranchos de pajareque), casa de máquina de moler caña, depósito de bagazos, alambique antiguo, fábrica para establecer el alambique, estanque, acueducto, patio para secar café, máquina de moler, sala de pailas, destilación, terrenos, agua (acequias de Macuaya y Tiquirito), 47 tablones de caña con nombres de santos, arboleda de café y 41 esclavos, 4 de ellos manumisos.
*Lea también: 1883, en Las Tejerías, por Rafael A. Sanabria M.
Le arrendaron la hacienda al señor Stectman Rasolino Mastman, quien la mantuvo hasta la mitad del siglo XIX, ya que con el paso de la Guerra Federal o Guerra Larga, esta hacienda fue saqueada y muchos de sus esclavos siguieron la causa Federal. La hacienda estaba en ruinas y empezaron a vender fanegadas de tierra.
Decía la pintoresca tradición oral que Apolonio Flores Blanco, labriego, cabalgaba a laborar (1877) y en las proximidades de la hacienda se le presentaba una luz, hurgó su origen y encontró un entierro de morocotas, con lo cual compró las tierras. Independientemente del origen del dinero, bien es cierto que desde entonces la hacienda se llamó Tiquire Flores. La familia Flores fue propietaria hasta 1923, permaneciendo su nombre en la hacienda además de una magnífica herencia humana, como por ejemplo Rómulo Aponte Mejías primer Cronista del Municipio Revenga, portentoso motor cultural del estado.
A inicios del siglo XX, un joven Italiano, Erminio Stacciolli en medio de la tragedia de la II Guerra Mundial, dejó la fábrica familiar en Albania, salvó lo que pudo y se estableció en Venezuela, con los buenos oficios del embajador venezolano dadas sus habilidades en la alfarería. Vino con su hermana, estudiante de griego y latín en la universidad.
Erminio Stacciolli estableció en 1946 la empresa Caico en Puerto La Cruz pero pronto la vendió para estar más cerca de Caracas. En 1947 adquirió la hacienda Tiquire Flores, de 1.600 hectáreas de las cuales 30.000 m2 cubiertos y fundó una alfarería.
En los años 70 funda la planta Pastificio, también con una extensa variedad. La empresa apoyaba el automovilismo, fútbol, softbol y motociclismo. Además contribuía con las actividades culturales, carnavales y fiestas patronales. La hacienda Tiquire Flores se mantuvo activa hasta la década de los 90.
En los terrenos de la antigua hacienda surgieron urbanizaciones como Manantial, San Omero, Nuestra Señora del Buen Consejo, Ciudad Real, la más popular Ezequiel Zamora y empresas como el Centro Comercial Tiquire y la empresa de logística Centro Nacional de Distribución propiedad de los señores Raúl González, Iván Ordaz y Daniel Cavero, la cual mantiene su tradicional implicación social hacia la población.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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