EL VIAJE SIN RETORNO DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
“ESCRIBÍA SOBRE SU BURRITO PLATERO CON LA MISMA DEVOCIÓN QUE UNA VEZ
ESCRIBIÓ
CERVANTES SOBRE SANCHO PANZA”
S |
AN JUAN, mayo 29 (UPI). Juan Ramón
Jiménez fue el primer español galardonado con el Premio Nobel de Literatura en
años.
La academia sueca de literatura
anunció la distinción el 25 de octubre de 1956. El último ganador español del
mismo premio había sido el insigne dramaturgo Jacinto Benavente, también
fallecido recientemente.
La
academia sueca honró a Juan Ramón, como reverente y familiarmente se conocía al
poeta en el mundo de habla española, por su “poesía lírica, que en el idioma
español, constituye un ejemplo de espíritu elevado y pureza artística”. El
importe del premio ascendió ese año a la equivalencia de 38.63º dólares, mayor
suma que se había otorgado hasta entonces.
La
esposa del gran escritor, Zenobia Camprubí, falleció de cáncer a los pocos días
del anuncio del premio y el atribulado poeta, profundamente afectado, se
recluyó en su domicilio de San Juan negándose a recibir visitas, con excepción
de un puñado de sus amigos más íntimos.
En
abril de este año, Juan Ramón declaró que no abandonaría Puerto Rico, patria y
tumba de su esposa, a pesar de que sus familiares y el gobierno del general Francisco
Franco venían haciendo insistentes esfuerzos por hacerle regresas a su tierra
nativa, de la que había salido el triunfar la rebelión que instituyó el actual
régimen de España.
A
la sazón se encontraba en un estado físico sumamente delicado y débil a
consecuencia de una operación que en febrero se le había practicado por la
fractura de una cadera y su negativa a ingerir alimentos.
Hombre
de gran sensibilidad, el poeta vertió sus afecciones en la intensa obra que
desarrolló desde sus primeros años, y en España y los países de habla española,
principalmente, adquirió enorme autoridad intelectual y creó escuela.
Juan
Ramón, hijo de padres acomodados, nació en Moguer, pueblecito de la provincia
de Huelva, el 24 de diciembre de 1881. Fue alumno de un colegio de jesuitas del
puerto de Santa María y más tarde estudió en la Universidad de Sevilla. Pero
abandonó los estudios para dedicarse de lleno a la obra literaria que le llevó
a la eminencia.
Honda repercusión
literaria
Se ha dicho que quizá ningún otro escritor desde los tiempos de
Miguel de Cervantes haya producido tan hondo afecto e influido tanto en la
evolución de la literatura hispánica como Juan Ramón Jiménez.
Sus
obras literarias, reflejo de todas las manifestaciones del espíritu, fueron la
característica de la primera mitad del siglo. En ese período publicó 32 libros
de poesía, diversas antologías, buen número de trabajos en prosa, y dos
volúmenes de prosa y verso para niños, además de la infinidad de ensayos y
artículos de crítica literaria, campo este último en el que también fue
altamente respetado.
Como
escritor de fina sensibilidad y profundidad ideológica, Juan Ramón no estaba
considerado como escritor popular, en el sentido ordinario del término. Su obra
atraía mayormente a las mentes exquisitas, y en ese campo de elevación
espiritual era reverenciado como uno de los más eminentes maestros. Sin
embargo, tenía una obra que había entrado de lleno en el alma popular y había
llevado su nombre a los más remotos confines del mundo: “Platero y yo”, una de
las joyas de la literatura española de todos los tiempos por su delicadeza de
concepto y dulzura de expresión, leyenda romántica en prosa que es la
quintaesencia de la sensibilidad de un alma fina y elevada.
Desde
que se publicó “Platero y yo” en 1914 se agotaron infinidad de ediciones no
sólo en español, sino en otros numerosos idiomas, que llevaron el nombre del
“poeta en prosa” a los más apartados rincones del mundo civilizado en una
aureola de gloria como pocas veces se ha conocido.
Fue
precisamente “Platero y yo el trabajo de Juan Ramón que mereció la preferencia
en el encomio de los críticos literarios suecos cuando se anunció la concesión
del Premio Nobel a este hombre puro que había vertido en las cuartillas las
expresiones más nobles del alma humana. Se puso de relieve una y otra vez que
Juan Ramón era una asceta español que escribía “sobre su burrito Platero con la
misma devoción que una vez escribió Cervantes sobre Sancho Panza”. Pero se
establecía la distinción de que el poeta estaba impregnado de un elemento
rayano en la santidad.
Vivió exilado desde el
triunfo franquista
Al
estallar la rebelión franquista, Juan Ramón Jiménez decidió salir de España, y
desde 1936 vivió exilado voluntariamente en diversos puntos de los Estados
Unidos y la América Latina. Durante la segunda guerra mundial fue profesor de
literatura en Washington, y más tarde fijó su residencia en Puerto Rico, patria
de su adorada esposa Zenobia.
Juan
Ramón había buscado siempre la soledad propicia a la meditación y la concepción
de su obra. Se ha dicho que en Madrid tenía una habitación a prueba de ruidos,
con paredes forradas de corcho, que le aislaba completamente del mundo
exterior.
Después
de morir su esposa, Juan Ramón se recluyó virtualmente en su domicilio,
reclusión que sólo interrumpió en contadas ocasiones para reunirse con el
insigne violoncelista español Pablo Casals, también residente en San Juan, en
diciembre del año pasado y recibir contadas visitas de algunos de sus amigos
íntimos.
Hasta
su muerte, el ilustre finado era titular inactivo de una cátedra de la
Universidad de Río Piedras, de San Juan de Puerto Rico, como homenaje a su
relieve intelectual.
(Últimas Noticias,
30-5-58, p. 17).
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