lunes, 23 de octubre de 2023

Rodulfo González. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ EN LA PRENSA VENEZOLANA

 

EL POETA DE “PLATERO Y YO”

  NACIÓ EN ANDALUCÍA, VIVE EN PUERTO RICO Y

    ESCRIBE DESDE HACE MÁS DE CINCUENTA AÑOS

                Sus amigos fueron, en distintas épocas, Rubén

                Darío, Valle-Inclán, los Machado, Ortega y Gasset,

                García Lorca, Teresa de la Parra, Alfonzo Reyes

El lema de su obra ha sido

siempre: “A la inmensa minoría

 

J

 

uan Ramón Jiménez cumplirá este año –el 24 de diciembre- setenta y cinco años de edad. Puede decirse sin la menor sombra de exageración, que durante tan prolongada existencia su preocupación única ha sido la Poesía. Ni por un solo momento de su vida sintió la tentación de acercarse a otros géneros literarios como la novela, el teatro, el cuento, el ensayo; la suya ha sido siempre una vida poética hecha y empleada en toda su integridad para el ejercicio y la creación de la Poesía. Vida de tal forma identificada con una sola finalidad, y que por otra parte ha sido vivida siempre en una forma solitaria e intensa, tenía por fuerza que resultar fecunda: sus libros son numerosos y no será tarea fácil hacer su bibliografía completa registrando las diferentes ediciones, las sucesivas versiones de muchos poemas y en ocasiones de libros enteros, así como las múltiples traducciones que han favorecido la expansión mundial de su poesía.


Juan Ramón nació en la Andalucía que él mismo ha llamado Atlántica para diferenciarla de la que vierte sus orillas sobre el Mediterráneo. Nació en un pueblo –Moguer- de la provincia de Huelva, en la Andalucía del oeste. Fecha de nacimiento: 24 de diciembre de 1881. De niño estudia en otra ciudad andaluza, el Puerto de Santa María, y de muchacho ingresa en la universidad de una capital andaluza, la de Sevilla. Esto sucede en 1896, cuando un Juan Ramón de quince años empieza a sentir los primeros impulsos poéticos. Por el momento, estos impulsos no harán de él más que un amante de la poesía. Por extraño que parezca, vendrá de fuera, en realidad de América, lo que le hará entregarse de lleno a su vocación, reconociéndola como carrera y como destinos únicos de su vida. En efecto, en 1901, trasladado a Madrid, conoce a Rubén Darío, “a quien ha considerado siempre- al decir de Ángel del Río- pese a haberse apartado muy pronto y más radicalmente que ningún otro poeta de la ruta por él trazada, como su maestro y como el maestro de toda la poesía contemporánea”. Llegando a Madrid, apartándose de su Andalucía natal, patria de sus etapas de niñez, adolescencia y primera juventud, Juan Ramón llevaba ya consigo todo el panorama espiritual, sentimental y plástico de su tierra Andaluza. Ese legado andaluz irá apareciendo año tras año en su obra sin interrupción alguna. En sus obras más recientes, las de los años actuales, está tan vivo como en los comienzos de siglo, el carácter andaluz de este poeta, su predilección por el verso breve, por la sentencia lírica, por la sugestión luminosa, plástica, sensual.

 

VIAJES.-LIBROS

          Los primeros diez años del siglo Juan Ramón viaja por Francia, Italia y Suiza. En Francia vive un año entregado al estudio de la poesía francesa a la que iba a dedicar años de admiración, pero la que mucho después iba a someter a severa crítica para desembocar en una predilección a favor de la poesía inglesa, fundamentalmente los líricos ingleses del siglo XIX en los que admirará una desnudez de expresión libre de la riqueza retórica que reprocha a los franceses.

          Vuelto a España se instala en Madrid, pero vuelve en diversos momentos a su Moguer natal, a la orilla atlántica de su Andalucía infantil. Ya por estas fechas su nombre ha despertado respeto general y su obra va levantando una admiración en la que está el tributo de los mejores, entre ellos el del divino Rubén. Juan Ramón, que desde sus jornadas juveniles aboga por una conducta de severidad, rigor, aislamiento y soledad, publica unas revistas que van recogiendo las palpitaciones de los distintos movimientos poéticos de vanguardia: Índice, , Ley. Refractario a la publicidad del hombre, defendiendo una ética que lleve a la creación  de la obra anónima, propone a los jóvenes poetas que le siguen la publicación de una revista que no dé los nombres de los colaboradores. Sus libros son ya numerosos: Alma de violeta (1900), Ninfeas (1900), Rimas (1902), Arisas (sic) Tristes (1903), Jardines lejanos (1904), Elegías Puras (1908), Elegías intermedias (1909), Las hojas verdes (1909), Elegías Lamentables (1910), La Soledad Sonora  (1911), Pastorales (1911), Poemas Mágicos y Dolientes (1911), Mealncolía  (sic) (1912), Laberinto (1913), Platero y Yo (1914)...

 

ÉTICA Y ESTÉTICA

          Al frente de uno de sus libros mejores –Belleza, 1917- escribía Juan Ramón una dedicatoria que es la síntesis de su estética: “A la inmensa minoría”. Jamás la multitud, la masa ejercieron atracción sobre él. Ha visto siempre la labor de poeta como una búsqueda en el fondo de sí mismo, como una permanente excavación en el propio espíritu para extraer de esa cuenca misterios lo más diáfano. Él mismo definió en fechas posteriores –exactamente en 1932- su formación y aspiración en el terreno de la Poesía. Esta autodefinición tiene el valor de manifiesto: “Síntesis ideal. 1. Influencia de la mejor poesía eterna española, predominando el Romancero, Góngora y Bécquer. Soledad.

 2. El Modernismo, con la influencia principal de Rubén Darío. Soledad.

3. Reacción brusca a una poesía profundamente española, nueva, natural y sobrenatural, con las conquistas formales del modernismo. Soledad.

4. Influencias generales de toda la poesía moderna. Basta de Francia. Soledad.

5. Anhelo creciente de totalidad. Evolución consciente, seguida, responsable, de la personalidad íntima, fuera de escuelas y tendencias. Odio profundo a los ismos y a los troncos. Soledad.

6. Y siempre. Angustia dominadora de eternidad. Soledad”.

          Semejante estética encierra una ética implacable que hará de su defensor su primera víctima. Pero en el caso de Juan Ramón no hay distancia alguna que objetar entre lo dicho y lo hecho. Su vida, a lo largo de más de cincuenta años de ininterrumpida labor literaria, ha estado –siempre- ajustada a esos moldes rigurosos, exigentes y difíciles.

 

PLATERO Y YO

          Entre sus numerosísimos libros, Platero y Yo figura como uno de los que más alto han llevado el nombre del poeta. Como todos los suyos, también este libro es obra de ensimismamiento y soledad. El libro lleva una dedicatoria que, en su brevedad, bien puede considerarse como el primer poema de la obra, porque el mismo sentimiento que corre por todas las páginas de Platero está vivo en esas primeras palabras. Juan Ramón dedica su libro “A la memoria de Aguedilla, la pobre loca de la calle del Sol, que me mandaba moras y claveles”.

          El libro es todo un poema a los campos, la luz, la vida y los hombres de Andalucía. Elegía andaluza, lo sustitula (sic) el autor. Más que todo lo que pueda decirse y escribirse sobre Andalucía, vale como definición y sentimiento lo que se encierra en Platero y Yo. Este poeta que con declarado orgullo ha proclamado siempre su posición solitaria y que ha soportado en distintos momentos los ataques de quienes veían en esa actitud desdén egoísta, alquitaramiento, estéticismo (sic), escribe en su Platero y Yo la vida de un pueblo, no ya de un pueblo como municipio, como pequeña ciudad, sino de un pueblo humano, general, agitado, emotivo. Las costumbres, las fiestas, las (sic) sentimientos, los tipos populares, el paisaje de los campos, el paisaje de las calles pueblerinas, de las plazas dominicales, todo está en Platero y Yo mejor que en libro alguno. Acompañado y acompañando a este amigo inocente e irracional, a este Platero “pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos”, el poeta compone un libro de ciento treinta y ocho poemas que forman la historia sentimental de un pueblo: la Andalucía cuna de Platero y cuna de Juan Ramón Jiménez.

 

ZENOBIA

          En 1916 Juan Ramón contrae matrimonio con su actual esposa Zenobia Camprubí, que se convierte desde el primer momento y hasta hoy en su colaboradora irreemplazable. Culta, estudiosa, fervorosa de la poesía, Zenobia emprende en la compañía de su esposo la traducción total de la obra de Rabindranat Tagore, haciendo uso de una autorización especial del gran poeta hindú empeñado en que su obra sólo sea vertida a lengua española por la pareja Zenobia-.Juan Ramón.

          De su casamiento nace un libro extraordinario, el Diario de un Poeta Recién Casado, libro que posteriormente ha sido revisado por su autor que ha alterado no pocos poema y hasta el título de la obra que se ha cambiado por el de Diario de Poeta y Mar. La importancia de esta obra es realmente extraordinaria y ha sido señalada varias veces. Se ha celebrado en este libro la intensificación de la densidad poética, una orientación ya en libros de fecha anterior con lo que se abría el segundo estilo juanramoniano, pero que en Diario de un Poeta Recién Casado llegaba a su más justa culminación. Esta densidad poética buscada y lograda por Juan Ramón Jiménez, viene, en su caso, por el camino de la sencillez, tal como él entiende la sencillez: “lo conseguido con los menos elementos”, “lo espontáneo”, “lo creado sin esfuerzo”. Una vez más aparece en Juan Ramón el sentido estético de la civilización andaluza: intensidad, agudización, desnudez, sencillez. Un sentido estético que está vivo en las manifestaciones artísticas del pueblo andaluz, su música, su poesía anónima cantada, o sea su folklore.

          Pero independientemente de estos valores del libro Diario de Poeta y Mar, hay en él otros que me interesa señalar en forma precisa porque se refieren no ya a las evoluciones del sentir estético, sino por tocar un tema de la historia moderna y presente. Todos sabemos como la aparición de una civilización esencialmente técnica ha despertado la preocupación de grandes sectores de la intelectualidad contemporánea. EE.UU. viene a ser el modelo de este tipo de civilización. Pues bien, es muy posible que en Juan Ramón Jiménez, precisamente en este poeta injustamente considerado como de espaldas a la realidad del mundo de los hombres todos, sea donde se da por primera vez, en las letras europeas, el caso de registrarse el choque entre el hombre perteneciente a una civilización antiquísima, depurada y esencialmente espiritualista con la visión de una civilización de cuño opuesto. Vuélvase a la lectura de este libro juanramoniano, reléanse poemas incluidos en la tercera parte del libro, la titulada América del Este, y los que forman la cuarta y última parte con el título de Recuerdos de América del Este escritos en España, mírense con nuestra mirada de hoy poemas como Iglesias, el LXXXVI sobre la Sufragista en el  subway, La Negra y la Rosa, La Luna en Broadway, el poema de la primavera en Nueva York, “el marimacho de las uñas suelas”, el cuadro sobre el National Arts Club, sobre el Colony Club, sobre el Author’s, la aguda sobre las religiones, en el poema Un imitador de Billy Sunday, y se tendrá el primer enfoque de la civilización norteamericana hecho por la poesía europea. Todo esto hace cuarenta años: en 1916.

          Si Platero y Yo prueba lo infundado de creer a Juan Ramón un poeta de espaldas a los dolores del pueblo, Diario de Poeta y Mar demuestra lo inexacto de la afirmación que no los presenta como un poeta de espaldas al mundo de su época.


 

VEINTE AÑOS DESPUÉS

          Juan Ramón se casa en 1916 con Zenobia Camprubí, en Estados Unidos. Enseguida regresa a España, acompañado de su reciente esposa. En España vivirá veinte años. En 1936 estalla la guerra civil española. El poeta sale de España después de haber dejado en claro su adhesión a la causa republicana, a la que permanecerá fiel siempre. Busca hogar en América y lo encuentra, después de algunos años de vivir en Nueva York, radicándose en Puerto Rico. De la admiración de Juan Ramón hacia la isla antillana existen ya muchas muestras en su poesía.

          Allí vive actualmente. Su avanzada edad, su delicada salud, no han alterado su norma de trabajo. Hoy, como ayer y siempre, el poeta trabaja fecundamente, siguiendo la norma de Goethe que él hizo suya desde su juventud:

                              como el astro,

                             sin precipitación

                             y sin descanso.

 

 

 

 

 

 

 

(El Nacional, 26-10-56, p. 16).

 

 

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