EL POETA DE “PLATERO Y YO”
NACIÓ EN ANDALUCÍA, VIVE EN
PUERTO RICO Y
ESCRIBE DESDE HACE MÁS DE
CINCUENTA AÑOS
Sus amigos fueron, en distintas
épocas, Rubén
Darío, Valle-Inclán, los
Machado, Ortega y Gasset,
García Lorca, Teresa de la
Parra, Alfonzo Reyes
El lema de su obra ha sido
siempre: “A la inmensa minoría
J |
uan
Ramón Jiménez cumplirá este año –el 24 de diciembre- setenta y cinco años de
edad. Puede decirse sin la menor sombra de exageración, que durante tan
prolongada existencia su preocupación única ha sido la Poesía. Ni por un solo
momento de su vida sintió la tentación de acercarse a otros géneros literarios
como la novela, el teatro, el cuento, el ensayo; la suya ha sido siempre una
vida poética hecha y empleada en toda su integridad para el ejercicio y la
creación de la Poesía. Vida de tal forma identificada con una sola finalidad, y
que por otra parte ha sido vivida siempre en una forma solitaria e intensa,
tenía por fuerza que resultar fecunda: sus libros son numerosos y no será tarea
fácil hacer su bibliografía completa registrando las diferentes ediciones, las
sucesivas versiones de muchos poemas y en ocasiones de libros enteros, así como
las múltiples traducciones que han favorecido la expansión mundial de su
poesía.
Juan
Ramón nació en la Andalucía que él mismo ha llamado Atlántica para
diferenciarla de la que vierte sus orillas sobre el Mediterráneo. Nació en un
pueblo –Moguer- de la provincia de Huelva, en la Andalucía del oeste. Fecha de
nacimiento: 24 de diciembre de 1881. De niño estudia en otra ciudad andaluza,
el Puerto de Santa María, y de muchacho ingresa en la universidad de una
capital andaluza, la de Sevilla. Esto sucede en 1896, cuando un Juan Ramón de
quince años empieza a sentir los primeros impulsos poéticos. Por el momento,
estos impulsos no harán de él más que un amante de la poesía. Por extraño que
parezca, vendrá de fuera, en realidad de América, lo que le hará entregarse de
lleno a su vocación, reconociéndola como carrera y como destinos únicos de su
vida. En efecto, en 1901, trasladado a Madrid, conoce a Rubén Darío, “a quien
ha considerado siempre- al decir de Ángel del Río- pese a haberse apartado muy
pronto y más radicalmente que ningún otro poeta de la ruta por él trazada, como
su maestro y como el maestro de toda la poesía contemporánea”. Llegando a
Madrid, apartándose de su Andalucía natal, patria de sus etapas de niñez,
adolescencia y primera juventud, Juan Ramón llevaba ya consigo todo el panorama
espiritual, sentimental y plástico de su tierra Andaluza. Ese legado andaluz
irá apareciendo año tras año en su obra sin interrupción alguna. En sus obras
más recientes, las de los años actuales, está tan vivo como en los comienzos de
siglo, el carácter andaluz de este poeta, su predilección por el verso breve,
por la sentencia lírica, por la sugestión luminosa, plástica, sensual.
VIAJES.-LIBROS
Los primeros diez años del siglo Juan
Ramón viaja por Francia, Italia y Suiza. En Francia vive un año entregado al estudio
de la poesía francesa a la que iba a dedicar años de admiración, pero la que
mucho después iba a someter a severa crítica para desembocar en una
predilección a favor de la poesía inglesa, fundamentalmente los líricos
ingleses del siglo XIX en los que admirará una desnudez de expresión libre de
la riqueza retórica que reprocha a los franceses.
Vuelto a España se instala en Madrid,
pero vuelve en diversos momentos a su Moguer natal, a la orilla atlántica de su
Andalucía infantil. Ya por estas fechas su nombre ha despertado respeto general
y su obra va levantando una admiración en la que está el tributo de los
mejores, entre ellos el del divino Rubén. Juan Ramón, que desde sus jornadas
juveniles aboga por una conducta de severidad, rigor, aislamiento y soledad,
publica unas revistas que van recogiendo las palpitaciones de los distintos
movimientos poéticos de vanguardia: Índice,
Sí, Ley. Refractario a la publicidad del hombre, defendiendo una ética
que lleve a la creación de la obra
anónima, propone a los jóvenes poetas que le siguen la publicación de una
revista que no dé los nombres de los colaboradores. Sus libros son ya
numerosos: Alma de violeta (1900), Ninfeas (1900), Rimas (1902), Arisas (sic) Tristes (1903), Jardines lejanos (1904), Elegías
Puras (1908), Elegías intermedias (1909),
Las hojas verdes (1909), Elegías Lamentables (1910), La Soledad Sonora (1911), Pastorales
(1911), Poemas Mágicos y Dolientes
(1911), Mealncolía (sic) (1912), Laberinto (1913), Platero y
Yo (1914)...
ÉTICA
Y ESTÉTICA
Al frente de uno de sus libros mejores
–Belleza, 1917- escribía Juan Ramón
una dedicatoria que es la síntesis de su estética: “A la inmensa minoría”.
Jamás la multitud, la masa ejercieron atracción sobre él. Ha visto siempre la
labor de poeta como una búsqueda en el fondo de sí mismo, como una permanente
excavación en el propio espíritu para extraer de esa cuenca misterios lo más
diáfano. Él mismo definió en fechas posteriores –exactamente en 1932- su
formación y aspiración en el terreno de la Poesía. Esta autodefinición tiene el
valor de manifiesto: “Síntesis ideal. 1. Influencia de la mejor poesía eterna española, predominando el
Romancero, Góngora y Bécquer. Soledad.
2. El Modernismo,
con la influencia principal de Rubén Darío. Soledad.
3.
Reacción brusca a una poesía profundamente española, nueva, natural y
sobrenatural, con las conquistas formales del modernismo. Soledad.
4.
Influencias generales de toda la poesía moderna. Basta de Francia. Soledad.
5.
Anhelo creciente de totalidad. Evolución consciente, seguida, responsable, de
la personalidad íntima, fuera de escuelas y tendencias. Odio profundo a los
ismos y a los troncos. Soledad.
6.
Y siempre. Angustia dominadora de eternidad. Soledad”.
Semejante estética encierra una ética
implacable que hará de su defensor su primera víctima. Pero en el caso de Juan
Ramón no hay distancia alguna que objetar entre lo dicho y lo hecho. Su vida, a
lo largo de más de cincuenta años de ininterrumpida labor literaria, ha estado
–siempre- ajustada a esos moldes rigurosos, exigentes y difíciles.
PLATERO
Y YO
Entre sus numerosísimos libros, Platero y Yo figura como uno de los que
más alto han llevado el nombre del poeta. Como todos los suyos, también este
libro es obra de ensimismamiento y soledad. El libro lleva una dedicatoria que,
en su brevedad, bien puede considerarse como el primer poema de la obra, porque
el mismo sentimiento que corre por todas las páginas de Platero está vivo en
esas primeras palabras. Juan Ramón dedica su libro “A la memoria de Aguedilla,
la pobre loca de la calle del Sol, que me mandaba moras y claveles”.
El libro es todo un poema a los
campos, la luz, la vida y los hombres de Andalucía. Elegía andaluza, lo
sustitula (sic) el autor. Más que todo lo que pueda decirse y escribirse sobre
Andalucía, vale como definición y sentimiento lo que se encierra en Platero y Yo. Este poeta que con
declarado orgullo ha proclamado siempre su posición solitaria y que ha
soportado en distintos momentos los ataques de quienes veían en esa actitud
desdén egoísta, alquitaramiento, estéticismo (sic), escribe en su Platero y Yo la vida de un pueblo, no ya
de un pueblo como municipio, como pequeña ciudad, sino de un pueblo humano,
general, agitado, emotivo. Las costumbres, las fiestas, las (sic) sentimientos,
los tipos populares, el paisaje de los campos, el paisaje de las calles
pueblerinas, de las plazas dominicales, todo está en Platero y Yo mejor que en libro alguno. Acompañado y acompañando a
este amigo inocente e irracional, a este Platero “pequeño, peludo, suave; tan
blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos”, el poeta
compone un libro de ciento treinta y ocho poemas que forman la historia
sentimental de un pueblo: la Andalucía cuna de Platero y cuna de Juan Ramón
Jiménez.
ZENOBIA
En 1916 Juan Ramón contrae matrimonio
con su actual esposa Zenobia Camprubí, que se convierte desde el primer momento
y hasta hoy en su colaboradora irreemplazable. Culta, estudiosa, fervorosa de
la poesía, Zenobia emprende en la compañía de su esposo la traducción total de
la obra de Rabindranat Tagore, haciendo uso de una autorización especial del
gran poeta hindú empeñado en que su obra sólo sea vertida a lengua española por
la pareja Zenobia-.Juan Ramón.
De su casamiento nace un libro extraordinario,
el Diario de un Poeta Recién Casado,
libro que posteriormente ha sido revisado por su autor que ha alterado no pocos
poema y hasta el título de la obra que se ha cambiado por el de Diario de Poeta y Mar. La importancia de
esta obra es realmente extraordinaria y ha sido señalada varias veces. Se ha
celebrado en este libro la intensificación de la densidad poética, una
orientación ya en libros de fecha anterior con lo que se abría el segundo
estilo juanramoniano, pero que en Diario
de un Poeta Recién Casado llegaba a su más justa culminación. Esta densidad
poética buscada y lograda por Juan Ramón Jiménez, viene, en su caso, por el
camino de la sencillez, tal como él entiende la sencillez: “lo conseguido con
los menos elementos”, “lo espontáneo”, “lo creado sin esfuerzo”. Una vez más
aparece en Juan Ramón el sentido estético de la civilización andaluza:
intensidad, agudización, desnudez, sencillez. Un sentido estético que está vivo
en las manifestaciones artísticas del pueblo andaluz, su música, su poesía
anónima cantada, o sea su folklore.
Pero independientemente de estos
valores del libro Diario de Poeta y Mar,
hay en él otros que me interesa señalar en forma precisa porque se refieren no
ya a las evoluciones del sentir estético, sino por tocar un tema de la historia
moderna y presente. Todos sabemos como la aparición de una civilización
esencialmente técnica ha despertado la preocupación de grandes sectores de la
intelectualidad contemporánea. EE.UU. viene a ser el modelo de este tipo de
civilización. Pues bien, es muy posible que en Juan Ramón Jiménez, precisamente
en este poeta injustamente considerado como de espaldas a la realidad del mundo
de los hombres todos, sea donde se da por primera vez, en las letras europeas,
el caso de registrarse el choque entre el hombre perteneciente a una
civilización antiquísima, depurada y esencialmente espiritualista con la visión
de una civilización de cuño opuesto. Vuélvase a la lectura de este libro
juanramoniano, reléanse poemas incluidos en la tercera parte del libro, la
titulada América del Este, y los que
forman la cuarta y última parte con el título de Recuerdos de América del Este escritos en España, mírense con
nuestra mirada de hoy poemas como Iglesias,
el LXXXVI sobre la Sufragista en el subway, La Negra y la Rosa, La Luna
en Broadway, el poema de la primavera en Nueva York, “el marimacho de las
uñas suelas”, el cuadro sobre el National Arts Club, sobre el Colony Club,
sobre el Author’s, la aguda sobre las religiones, en el poema Un imitador de
Billy Sunday, y se tendrá el primer enfoque de la civilización norteamericana
hecho por la poesía europea. Todo esto hace cuarenta años: en 1916.
Si Platero
y Yo prueba lo infundado de creer a Juan Ramón un poeta de espaldas a los
dolores del pueblo, Diario de Poeta y Mar
demuestra lo inexacto de la afirmación que no los presenta como un poeta de
espaldas al mundo de su época.
VEINTE
AÑOS DESPUÉS
Juan Ramón se casa en 1916 con Zenobia
Camprubí, en Estados Unidos. Enseguida regresa a España, acompañado de su
reciente esposa. En España vivirá veinte años. En 1936 estalla la guerra civil
española. El poeta sale de España después de haber dejado en claro su adhesión
a la causa republicana, a la que permanecerá fiel siempre. Busca hogar en
América y lo encuentra, después de algunos años de vivir en Nueva York,
radicándose en Puerto Rico. De la admiración de Juan Ramón hacia la isla
antillana existen ya muchas muestras en su poesía.
Allí vive actualmente. Su avanzada
edad, su delicada salud, no han alterado su norma de trabajo. Hoy, como ayer y
siempre, el poeta trabaja fecundamente, siguiendo la norma de Goethe que él
hizo suya desde su juventud:
como el astro,
sin precipitación
y sin descanso.
(El
Nacional, 26-10-56, p. 16).
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