EL PREMIO NOBEL A
JUAN
RAMÓN JIMÉNEZ
U
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Casi sesenta años de muy serio trabajo
artístico abarca la obra más depurada que extensa, de Juan Ramón Jiménez. Desde
1900 su nombre se asocia a uno de los más afortunados momentos de la poesía
española. Epígono del Modernismo pero que llevaba a aquella corriente artística
una música más coordinada, más “debusiana -provoca decir- que los brillantes
cobres Wagnerianos de “Prosas Profanas” desde sus iniciales “Arias Tristes” a
los depuradísimos poemas de la madurez, toda la obra de Jiménez representa un
inmenso y alquitarado esfuerzo hacia la autenticidad de la poesía. “No la
toques no más, que así es la rosa”, dijo alguna vez. Y la frase significaba
cómo un nuevo credo para depurar a la poesía de todo vano ornamento, de
palabras o anécdotas superfluas para lograr transfigurar ya en sustantivo, en
fenómeno único e irrepetible, el milagro poético. Y en su afán de perfección,
Jiménez ha luchado hasta con las rutinas sintácticas y ortográficas. Quitarle
peso y elocuencia al verso español para conseguir profundidad e ingravidez, ha
sido una parte de su admirable hazaña. Un libro que superando los ya gastados
símbolos decorativos de la poesía anterior para introducirse briosamente en la
sensibilidad del mundo moderno como su “Diario de un poeta recién casado”
(1916), marca fecha y señal memorable en la historia poética del español.
Como es habitual, el “Premio Nobel”
encuentra a Juan Ramón Jiménez anciano, un poco refunfuñón y fatigado en su
retiro insular de Puerto Rico. Más de seis décadas de trabajo poético es la
cosecha de su vida. En sus versos juveniles ya se despedía lánguidamente de la
existencia que le ha permitido vivir tres cuartos de siglo entre las crisis y
desgarramientos de nuestra edad. Es uno de los grandes españoles de la “España
peregrina”. Ha sido también, humildemente, un poeta de los niños como era de
los adultos y acongojados, y su “Platero y Yo” equivale en la literatura
infantil española a la más tierna fábula de Hans Cristian Andersen. Es nuestro
conmovido “patito feo”.
A su retiro de Puerto Rico se dirige
ahora el corazón de millares y millares de lectores a felicitarle y a agradecer
este premio tardío. “El Papel Literario” que ha contado al gran poeta entre sus
más ilustres colaboradores se suma con entusiasmo al universal homenaje.
(Papel Literario de El Nacional,
1-11-56).
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