No se trata de Pedro Carreño ni de una homilía, aunque hace falta una alta dosis de fe partidista para acompañar al Pedro de este cuento en sus «cambios de opinión», con tal de permanecer en la presidencia del gobierno español.

Tras semanas resistiéndose a mencionarla, Pedro Sánchez ha asistido al Comité Federal del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) el sábado pasado, no solo para decir amnistía, no solo para confirmar que hay un acuerdo para producir esa amnistía, sino para ensalzar la amnistía, frente a la derecha «reaccionaria del Partido Popular y de Vox» y como un mandato de las elecciones del 23 de julio pasado.

Lo que no dijo es que su pretendida «mayoría progresista» -un eufemismo de «mayoría de izquierda»- no sería tal sin los siete votos parlamentarios de la derecha catalana. Su coalición -que incluye, no hay que olvidar, los cinco escaños del nacionalismo vasco de centroderecha- suma un escaño menos de los que disponen PP y Vox, ambas coaliciones insuficientes para formar gobierno. Por eso, amnistiar a Carles Puigdemont -fugado de la justicia española- y a otros de su partido es decisivo para mantener el poder, lo que debe ocurrir en las próximas semanas cuando se convoque a tal fin al Congreso de los Diputados. «Hay que hacer de la necesidad virtud», eso sí lo dijo Pedro Sánchez.

De la puesta en escena del líder socialista en el Comité Federal de su partido llaman la atención, al menos, dos asuntos: el primero, una clara manipulación del resultado electoral del 23 de julio; y segundo, un evidente ocultamiento de las intenciones de los futuros amnistiados con relación al «reencuentro» que anima a Pedro Sánchez a pactar la medida de gracia en favor de la “convivencia”.

Pedro Sánchez no ganó las elecciones del 23J. El PP obtuvo 16 escaños más que los socialistas, una diferencia que es mayor a la suma de los escaños de las dos derechas -la vasca y la catalana-. que van a respaldar la investidura. Sánchez habla maravillas de su gestión de gobierno. Pero su socio Sumar, antes Unidas Podemos y más atrás Podemos, sacó menos puestos en el Parlamento, también bajó el apoyo a los nacionalismos de derecha casados con la izquierda. Y el propio PSOE solo mantuvo su cuota parlamentaria. El que subió, y mucho, fue el PP, en detrimento de Vox. Los españoles no votaron a los extremos, sí a la derecha clásica y no castigaron a la izquierda clásica (por lo menos hasta la llegada de Sánchez). De manera que su coalición «progresista»  está integrada por un conjunto de expresiones políticas, de muy disímil origen y posturas, golpeadas en las urnas electorales. Todas jugando al cálculo político.

Pero más evidente aún es el ocultamiento. Sánchez dice moverse por el «reencuentro» de todos los españoles, luego de la declaración separatista de 2017. Por eso acepta la amnistía. Pasa por alto un pequeño detalle: los partidos nacionalistas de Cataluña -uno de izquierda, otro de derecha- insisten en obtener la independencia. No quieren reencuentro alguno. España, o lo que quede de ella, por un lado. Cataluña, por el otro. ¿Cuándo lo harán? No se sabe, por lo pronto van a ser amnistiados por haberlo intentado.

Sánchez se opuso a los indultos de los autores de la frustrada secesión, luego los concedió. Un argumento para concederlos es que era preferible a la amnistía. Pero ahora accede a amnistiar y niega el otro reclamo del nacionalismo catalán: un referendo de independencia. ¿Por ahora? ¿Volverá a “cambiar» de opinión? Con Sánchez nunca se sabe, opinan sus adversarios políticos y mediáticos, que le reconocen arrojo. Él, en el Comité Federal, afirmó que su ambición “sigue intacta”. Se refería a su deseo de mejorar la vida de “todos los españoles”, que pudieran ser menos en un futuro.