domingo, 19 de noviembre de 2023

Sobre contextos y sintextos

 

Sobre contextos y sintextos, por Fernando Mires

Sobre contextos y sintextos

«Eso está fuera de contexto», decimos cuando alguien formula una opinión sin atender a los hechos de los que, suponemos, su opinión forma parte.

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¿Qué es un contexto?

La frase la hemos escuchado con más frecuencia que nunca cuando se trata de opinar sobre el cobarde ataque perpetrado por las huestes terroristas del Hamás en territorio israelí. Lo mismo sucede a la inversa, cuando tratamos de entender la réplica israelí en el territorio del Gaza y los daños y muertes cometidos a la población civil palestina. El contexto, parecen decirnos esas opiniones, es el factor decisivo que nos lleva a entender los hechos, o una sucesión de hechos. En cortas palabras, es un supuesto generalizado que cada hecho, acontecimiento, suceso o evento, debe pertenecer a un contexto.

En términos literales, los hechos deben ser entendidos en el marco de un texto del que forman parte. Una opinión sacada de su texto sería, luego, una opinión sin texto, o como se nos dice, descontextualizada: un sintexto.

Pero quienes escribimos textos, usamos muchas veces los sintextos, sobre todo cuando citamos a determinados autores. Cada cita, en cuanto ha sido extraída de su texto, es un sintexto. Eso significa que hay opiniones que deben ser valoradas en sí, en lo que ellas nos dicen o en lo que ellas significan, sin atender necesariamente al texto de donde provienen.

Esos sintextos los introducimos en un texto, el que escribimos o narramos. Cada cita es una recontextualización la que, extraída de su texto originario pasa a formar parte de otro texto, o sea, de otro contexto. ¿No hacemos lo mismo cuando pensamos?

Cuando pensamos extraemos ideas de todas partes, y las minoritarias son las individuales. Cada pensamiento forma parte de un coro de pensamientos surgidos de la interlocución colectiva. No somos siempre tan originales como pensamos que somos. Pensar es encadenar pensamientos y no todos esos pensamientos son los nuestros. Lo mismo sucede cuando escribimos. Y al hacerlo creamos contextos sobre la base de los sintextos. Es por eso que pensamos que sin su contexto las ideas no se entienden. Pero sucede – no solo en las citas – que hay ideas que no necesitan de su contexto para ser entendidas.

Más aún: me atrevería a sostener la opinión de que en muchas ocasiones, para entender mejor un hecho, es necesario prescindir de su contexto. La razón es la siguiente: explicado el hecho como parte de un contexto, corremos el peligro de reducir la dimensión del hecho, entendiéndolo solo como el resultado de un acto del cual sus actores no son responsables, sino simplemente productos de circunstancias no deseadas por ellos.

No se trata por cierto de andar buscando culpables, pero tampoco de buscar disculpas para los malhechores de la historia. Me explico: los horrendos crímenes cometidos por Putin en Ucrania, no obedecen a una razón supra ni meta-histórica. Fueron cometidos a plena conciencia por él mismo y por la corte de desalmados que lo rodean.

Putin y los suyos, eso es lo que quiero decir, menos que parte de un contexto, son un contexto.

El contexto del 7-o

Hay veces en los que los hechos hablan por sí solos, y esto sucede cuando estos hechos no son opiniones ni ideas, sino simplemente hechos. Para poner dos ejemplos, el 7-O -2023 cuando las hordas del Hamás penetraron en Israel matando a personas inocentes, fue un hecho. Fue una invasión y un asesinato colectivo a la vez; eso es innegable. A la vez, el 24-F -2022 cuando las tropas rusas invadieron a Ucrania asesinando en masa a sus habitantes, fue un delito internacional de inmensa magnitud, delito que todavía se comete a diario en una cruel guerra de invasión y de anexión. También estamos, en este caso, frente a un hecho innegable.

Ningún contexto histórico puede negar la existencia de los hechos. Los hechos mencionados no necesitan de contextos para ser condenados por la jurisdicción internacional del mismo modo que un asesinato cometido en la vida privada no necesita de contexto para entenderlo como asesinato.

Adivino la opinión contraria: ¿pero no pertenecen esos hechos a determinados contextos históricos? Mi respuesta es la siguiente: Correcto, pero ningún hecho pertenece a un contexto histórico antes de ser contextualizado.

Para que se entienda mejor, no hay contextualización sin contextualizador. Los hechos no se introducen en contextos por sí solos, son introducidos (o contextualizados). De tal modo, cada contextualización es una construcción formada por hechos. Si quieres conocer a un contexto, debes conocer entonces a su contextualizador.

La contextualización que hace un partidario del Hamás para explicar el asalto a Israel, es un ejemplo, nunca será la misma que hace un demócrata israelí. La contextualización que hace un escritor putinista tampoco puede ser la misma que la realizada por un intelectual ucraniano opuesto a la invasión. Los contextos no son inocentes.

No existen los contextos absolutamente objetivos, pero sí, los hechos objetivos. De tal modo, es posible construir contextos subjetivos (o una articulación arbitraria de hechos reales) sobre la base de hechos objetivos. En ese sentido también es posible entender a los contextos como construcciones que intentan explicar a los hechos no a través de los hechos ocurridos, sino a través de supuestas conexiones con otros hechos no siempre ligados entre sí.

Por ejemplo, leemos en el periódico: «el ataque de Hamás a la población de Israel debe ser entendido a partir del contexto de la expansión de Israel en Palestina». Eso es cierto, son hechos innegables. Pero ¿deben ser entendidos necesariamente el uno a partir del otro? La respuesta no puede sino ser tautológica: «depende del tipo de contexto». También podríamos «usar”»otro contexto, y el resultado sería distinto. Veamos:

Para que exista el Hamás se requiere de mucho armamento y, por lo mismo, de mucha financiación. Ahora, esos armamentos y financiación no provienen de Palestina, sino de potencias económicas como Irán y Qatar, cuya animosidad a Israel no tiene mucho que ver con Palestina de tal modo que los crímenes del Hamás no pueden ser explicados solo por «la causa palestina» sino por otras razones que, si somos honestos, también deberíamos con-textualizar.

Del mismo modo, un partidario de la dictadura de Putin en Rusia nos podría decir: la ampliación de la OTAN después de 1990, no ha cesado. Ese es un hecho innegable. Y ese hecho fue el que llevó a la invasión de Rusia a Ucrania, nos continuará explicando. Pues bien, la ampliación de la OTAN es un hecho innegable, pero a la vez, ese hecho –eso es lo que no nos dice el putinista– no puede ser entendido sin otro hecho: Y ese otro hecho fue la ampliación de la democracia en el Este de Europa a partir de 1990, después del derrumbe del comunismo y sus muros, es decir, en países que se sentían amenazados por la expansión rusa que ya se había hecho efectiva en las guerras de Chechenia, Georgia y en la propia Ucrania.

Incluso en su ensayo escrito en 2021, para justificar a priori la invasión a Ucrania del 2022 (invasión que comenzó en 2014 con la anexión de Crimea) Putin no nombra ni una sola vez a la OTAN. Esto significa que el contexto: «OTAN- invasión», siendo ambos hechos innegables, no son directamente conectables, ni siquiera por un ser tan mentiroso como Putin. Los hechos en ese caso, no son contextuales y, por lo mismo, pueden ser puestos al servicio de un contexto falso.

Al decir contexto falso, puede suponerse que, en alguna parte, existe un contexto verdadero. Pero en esta esquina hay que conducir con cuidado. El contexto verdadero, para quienes nos ocupamos con temas políticos, no existe. Lo que sí existe, es el contexto más verosímil, es decir, una versión que puede ser aceptada como más probable que otras, nada más.

La verdad absoluta solo existe en la teología. Los que nos dedicamos a otras disciplinas, hablamos, en el mejor de los casos, de certidumbres. En ese sentido hay que desconfiar siempre de quienes construyen contextos guiados por mandatos ideológicos.

Un fascista construirá siempre contextos afines al fascismo; un comunista, contextos afines al comunismo; alguien de izquierda, construirá contextos en contra de las derechas, al revés también y así sucesivamente. El contexto puro es una pura ilusión. Es por eso que para aproximarnos a la realidad, necesitamos de la discusión y del debate en torno a las contextualizaciones.

Las contextualizaciones son ordenamientos de hechos y por lo tanto, todo contexto, al agrupar hechos, distingue entre hechos determinantes y hechos determinados, a los que conectamos en un contexto. Esto supone realizar un trabajo historiográfico (arqueológico, según Foucault) no importando en este caso que la historiografía opere no solo sobre el pasado sino también sobre el presente.

*Lea también: Las guerras del infierno, por Fernando Mires

Ahora bien, los hechos, como es obvio, están condicionados a relaciones de tiempo y lugar. Todo contexto es, en consecuencia, un contexto histórico. Pensemos entonces otra vez en el asalto del Hamás a Israel. ¿Por qué ocurrió el 7-O y no antes o después? ¿Por qué fue tan sorpresivo, incluso para los servicios de inteligencia israelí?

Sin necesidad de hacer una investigación exhaustiva, podríamos estar de acuerdo en que Hamás sabía lo que hacía. Aparte de su innegable criminalidad, el ataque del 7-O tiene que haber obedecido a una determinada racionalidad, y esa es la que hay que descubrir si es que queremos construir un contexto. De hecho, los de Hamás conocen a Netanyahu desde mucho tiempo, y evidentemente calculaban con lo que iba a suceder. Por lo menos sabían que el gobierno de Israel no iba a poner la otra mejilla e iba a responder con toda la fuerza destructiva que estamos viendo en las pantallas (muchas otras opciones no tenía, además). Esa respuesta tendría como efecto agrupar a los países islámicos en contra de Israel hasta el punto de crear condiciones o posibilidades para una «guerra santa».

¿A quién convendría esa guerra? Desde luego, no a la población de Gaza, pero sí al principal suministrador de armas del Hamás: Irán. Pues bien, esa guerra tendría a su vez como efecto, boicotear el proyecto norteamericano de llevar a las mesas de negociaciones a Arabia Saudita, a los Emiratos y al gobierno de Israel, abriendo condiciones para que fuera Irán y no Arabia Saudita el país hegemónico en la región. Probablemente Hamás también calculaba con el hecho de que la acción ordenada por Netanyahu iba a contar con el rechazo radical de amplios sectores de la izquierda occidental, la que desde los tiempos en que obedecían los mandatos de la URSS, todavía mantienen inscrita «la causa palestina» en sus banderas sin darse cuenta de que los asesinos del Hamás no tienen nada que ver con el antiguo PLO de Yassir Arafat. Efectivamente, así sucedió. Las bajas militares del Hamás serán compensadas con el aislamiento geopolítico de Israel y con el recrudecimiento del antinorteamericanismo, todavía muy vivo en la zona islámica, hecho que viene como anillo al dedo a la dictadura de Putin en Rusia en su proyecto de expansión militar hacia el este europeo.

Pero este solo es «un» contexto. Un contexto que no pretende ser universal y absoluto, aunque sí basado en hechos reales y no imaginarios. Un contexto diseñado de acuerdo a la sucesión de los acontecimientos y de las probabilidades que van apareciendo en un proceso confrontativo que, aún recién comenzando, podría traer consigo consecuencias catastróficas para el conjunto de la humanidad. Probablemente, otros podrían agregar versiones diferentes.

Para la izquierda israelí, por ejemplo, una razón detonante hay que encontrarla en el propio presidente Netanyahu quien desconociendo a la Autoridad Palestina abrió todas las posibilidades para que Hamás impusiera su política en el país. Hay, por cierto, otros contextos que surgen de subjetividades colectivas, de identidades no negociables, de odios milenarios. De tal modo, si uno opina, no opina fuera de contexto, sino solo fuera de otros contextos. Pero además hay hechos que no pertenecen a ningún contexto y, sin embargo, gravitan en la formación de contextos. Eso lo sabe mejor que otros pueblos, el pueblo judío.

Más allá del contexto

La parte fundamental de la historia no bíblica del pueblo judío es el Holocausto, el hecho sobredeterminante de todo contexto donde ese pueblo actúa, sea como hechor, sea como víctima.

El Holocausto, sin embargo, no es hecho contextualizable. Quiero decir, no hay racionalidad, no hay causa, no hay razón que pueda introducir el asesinato colectivo perpetrado durante el nazismo alemán en un contexto medianamente explicativo. El Holocausto es lo que no se puede explicar, ha dicho más de alguien. Fue, en efecto, una negación total, sin afirmación ninguna. No me refiero solo a su horrorosa dimensión, a los millones de muertos. Más personas asesinaron los regímenes de Mao y de Stalin. Pero aún en estos últimos dos casos, encontramos una ratio, todo lo infernal que se quiera, pero una ratio.

Los millones de campesinos que asesinaron ambos dictadores comunistas formaban parte del programa de industrialización forzada puesto en práctica por los respectivos estados. No así en el holocausto cometido al pueblo judío. Ese episodio no formaba parte de ninguna razón instrumental, de ninguna necesidad histórica, ni siquiera de un programa económico o político.

Aquí nos encontramos frente a la maldad pura, a la maldad no banal, a la maldad radical, sin moral, ni principios, ni razones, sin normas, sin leyes, sin nada. Un acto que no pudiendo ser parte de ningún contexto, es decir, un hecho fuera de todo contexto, ha pasado, sin embargo, a ser parte del contexto de la historia del pueblo judío y por ende, de la historia de Israel.

Hitler negó el derecho a existir del pueblo judío, solo por ser judío. Hamás niega la existencia de Israel como nación. La asociación entre las dos negaciones, la del pueblo primero, la de la nación después, debe resonar de modo diferente en el alma judía que en otras almas lejanas a esa historia. Pues bien, esa negación del ser, marcada en la propia historia, forma parte de un contexto histórico, religioso y nacional que no puede ser separado de la experiencia vivida por los judíos, como pueblo antes, como nación después. Sin poder escuchar el eco de esa negación radical del ser judío, proclamada ayer y hoy, solo podemos saber que ese eco existe en el por los judíos decidido lema: «nunca más»: un «nunca más» que no existe en el contexto histórico de otras naciones. Entonces, aun no aceptando las razones de los gobiernos de Israel, rechazándolas incluso, podemos comenzar a saber algunas cosas de un contexto que, no siendo el nuestro, nunca podremos entender del todo.

¿Tiene algo que ver el Holocausto con las matanzas llevadas a cabo por Hamás? Puede que en el contexto de otras historias, no. Pero en el contexto de la conciencia histórica del Estado de Israel, tal vez sí.

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS

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