Los dos meses que definirán el futuro del chavismo (y el de Venezuela)
Restan exactamente dos meses para las elecciones presidenciales del 28 de julio. Estamos ante unos comicios con más interrogantes que certezas. En esta recta final, en la que se esperan definiciones de diverso talante, el chavismo tendrá que tomar decisiones cruciales
Las elecciones presidenciales de 2024 son diametralmente distintas a las que tuvo Venezuela en las últimas dos décadas. Sin duda no son similares a las votaciones de 2018, que arrojaron como resultado a un Nicolás Maduro artificialmente relecto y así lo entendió la comunidad democrática internacional, que ampliamente consideró ilegítimo a la presidencia desde entonces.
Tampoco estamos ante las elecciones de 2013 cuando aún flotaba el mensaje de Hugo Chávez entre tantos venezolanos, pidiendo, casi al borde de la muerte, que se eligiera a Maduro como presidente ante un Henrique Capriles que denunció fraude pero que no actuó en consecuencia.
El chavismo como proyecto autoritario, aunque es muy válido reconocer la diversidad de voces que coexisten en su interior, se consolidó en el ínterin entre aquella igualmente ilegitima Asamblea Nacional Constituyente, que no produjo ninguna constitución, y la “reelección” de Maduro en 2018.
Las represiones masivas de 2014 y 2017, así como el desconocimiento de la Asamblea Nacional electa en 2015, son parte consustancial de este modelo de poder hasta ahora hegemónico en Venezuela.
Hay suficientes señales hoy en el país para entender que nos adentramos en un territorio desconocido. Ni se han producido actos masivos de represión contra los venezolanos que salen a manifestarse a favor del cambio, ni tampoco ha sido extendida la política de detención de militantes políticos opositores.
Cualquier persona detenida por su militancia política pacífica está, sin duda, reñida con los derechos humanos básicos, y es muy lamentable las detenciones ocurridas en los últimos meses, pero ciertamente no vivimos un escenario de represión masiva. No parecen haber condiciones, dentro de los propios cuerpos encargados de reprimir, de reproducir la situación nefasta de 2014 y 2017. Esto es importante recalcarlo.
María Corina Machado está inhabilitada y eso ha sido una medida irrita, pero la respuesta política y estratégica, de seguir en la ruta electoral por parte de quien es hoy la principal voz opositora, nos ha puesto en otra dimensión diferente a lo que vivimos en el pasado, con estrategias fallidas incluso de la propia Machado optando por la abstención. MCM inhabilitada no está impedida de hacer campaña, al menos hasta ahora. Es cierto que se le ponen trabas, que hay castigos para quienes le prestan servicios básicos en la campaña como alimentación y alojamiento, pero no estamos ni de lejos en un escenario tipo Nicaragua, como no pocos analistas proyectaban para estas fechas. El hecho público y notorio de que Machado siga en campaña es porque algo se ha movido dentro del chavismo: o bien para permitirlo o bien no se tiene el consenso de reprimirlo.
Edmundo González Urrutia es el candidato oficial de la oposición reunida en lo que una vez fue la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Las encuestas muestran un vertiginoso crecimiento en la aceptación de quien hace escasas semanas era un desconocido del gran público. EGU es hoy la principal opción electoral según las encuestas más serias del país. Tras haber permitido su inscripción, se hace más cuesta arriba que se impida su participación en la medida en que tiene más popularidad.
En estos dos meses, en esta recta final de la campaña, antes de llegar al día D, el 28 de julio, el chavismo tendrá que tomar decisiones cruciales. Si, bajo cualquier argucia, impide que se hagan las elecciones o comete un fraude para torcer los resultados, el chavismo deberá estar dispuesto a reprimir masivamente el malestar ciudadano.
«Si, bajo cualquier argucia, impide que se hagan las elecciones o comete un fraude para torcer los resultados, el chavismo deberá estar dispuesto a reprimir masivamente el malestar ciudadano»
Con el efecto bola de nieve, de constante crecimiento que está teniendo la motivación de votar, junto a la identificación con González Urrutia y la sintonía con la figura de Machado por parte de amplios sectores, cualquier escenario de desconocimiento de la voluntad popular se proyecta como complejo y de difícil implementación, con el ánimo social de este 2024. Un llamado a represión masiva, en el actual contexto, podría eventualmente quebrar la simbiosis favorable al chavismo que prevalece en las fuerzas armadas.
¿Estará ganado el chavismo a aceptar los resultados, incluso a regañadientes, y allanarse a negociar con la oposición después del 28 de julio? A esto es a lo que aspiran gobiernos aliados del gobierno de Maduro como son los casos de Gustavo Petro (Colombia) y Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil). Es también lo que desean millones de venezolanos.
Sea esta su decisión o la anterior de irse por el camino del fraude o de ilegalizar la candidatura de EGU, cualquiera sea se definirá el futuro del chavismo, y, sin duda allí también se definirá el futuro de Venezuela.
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