María le dijo a María Valtorta*: “Quiero que comprendas mejor mis alegrías. (…)
En la primera, lo que me regocijó no fue mi gloria y mi alegría, sino que había llegado el tiempo de la redención del hombre y del perdón de Dios al hombre.
En mi segunda alegría, no fueron los elogios que mi prima me hizo lo que me hizo feliz, sino haber dado la señal de la redención mediante la santificación de Juan Bautista, llevándole a mi Jesús, vuestro Redentor.
La bienaventuranza de la tercera no fue solo haber llegado a ser madre (...) La verdadera razón fue que, de ahora en adelante, la tierra tenía su Salvador.
El motivo de mi cuarta alegría fue que vi, bajo la apariencia de los tres Reyes Magos, a todos los que, a partir de ese momento, vendrían del mundo entero y en todos los tiempos, de la tierra hacia la Luz, hacia mi Señor e íbamos a proclamarlo Rey, Salvador y Dios.
La alegría del quinto acontecimiento no se debe solo a que mi amor de Madre dejó de sufrir cuando encontré a mi Hijo perdido. Eso habría sido egoísta. Pero fue para mí una alegría indescriptible escuchar resonar por primera vez la “Buena Nueva” y comprender que, algunos años antes, cayó en ciertos corazones y allí germinó como planta eterna. (…)
Mi sexto gozo fue aún mayor por vosotros, las criaturas salvas. El Resucitado me dijo que los cielos estaban abiertos y ya habitados por los santos del Señor que llevaban siglos esperando esta hora, y que en esos cielos ya estaban preparados los lugares para miles y miles de salvados. Para mí, que soy vuestra Madre, fue una alegría de incalculable profundidad saber que vuestro hogar estaba preparado.
Finalmente, mi séptimo gozo no se debió a mi gloria. La razón era que, convertida por la bondad de Dios en Reina del Cielo, podía, como tal, cuidar de vosotros, mis amados..."
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