Un viejo detective suelto en Hollywood y una fórmula que sigue funcionando
Axel Foley regresa con sus amigos con una receta antigua. Puede que el acierto sea no haberla cambiado.
No es sencillo mantener la magia en una saga a lo largo de cuatro décadas. Cambia el mundo, los actores envejecen pero Beverly Hills Cop, en español Un detective suelto en Hollywood, logra darle a una audiencia lo que va a buscar cuando decide verla en la plataforma de Netflix.
Lo cierto es que Eddie Murphy ya había salido airoso de otro desafío semejante: traer a la actualidad y despertar risas con su Príncipe en Nueva York. Clásicos que tienen mucho del momento particular en que se desarrollaron las historias originales.
Claro que estas producciones cuentan con un gol a favor y uno en contra antes de empezar a escribir el guion. Por un lado, tienen el cariño entrañable de un enorme público a nivel mundial que creció mirando las películas originales, pero también hay que repetir el objetivo con una vara muy alta y actores entrados en años. Lógicamente, no se pide que se replique el nivel que hizo de aquellas películas grandes éxitos, pero sí que esté a la altura. Para la mayoría del público, el retorno de Axel Folley a Beverly Hills, cumple con lo que se le pide.
Lo que sin dudas hace un aporte para que los nostálgicos se sumerjan en la historia con las defensas bajas y listos para conmoverse es la presencia del elenco original, en el marco ideal de la repitencia constante de la música y melodía de las películas originales. Allí están Billy Rosewood, interpretado por Judge Reinhold, y John Taggart (John Ashton). Recurriendo a lo seguro, Folley vuelve a viajar de Detroit a Los Angeles por una cuestión personal.
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Puede que el gran acierto de la historia y el enfoque sea repetir la fórmula del éxito, apostando que vuelva a hacer reír cuarenta años después. Alguna secuencia en particular quizá resulte ingenua para el público, pero, en el total, termina contribuyendo a la hora de cumplir su meta. Claro que la acción, los autos destruidos en las persecuciones y todas las explosiones le ponen la cuota de intensidad que compensa lo predecible y la repetición, que es al mismo tiempo un recurso fácil, pero esperado por la audiencia.
Hasta el villano (Kevin Bacon) es interpretado como un clásico malvado de la década del ochenta. Si uno acepta las reglas del juego y comprende el espectáculo que está viendo, no se arrepienta de haberle dado una oportunidad a la nueva versión de la historia, que comenzó en 1984, siguió en 1987 y entregó un tercer capítulo en 1994.
Lo curioso es que lo menos creíble en la pantalla puede que sea algo de la realidad y no de la ficción. Hablamos del estado físico de Murphy, que en sus 63 años es, por cierto, envidiable. Puede que esté más en la sintonía de una de las actuales estrellas de cine o de rock que se cuidan mucho más que en otros tiempos, que en un policía ya en edad de retiro. De igual forma, esto contribuye al desarrollo de la película, que no escatima en escenas de acción, donde tiene que compartir el vértigo con actores con veinte años menos, como Joseph Gordon-Levitt.
Nada es extraordinario. La historia está bien, las actuaciones están bien y el guion está bien también, pero cuando el promedio arrojaría un “aceptable” como conclusión final, lo que lo levanta en definitiva es la nostalgia y los guiños a los tres clásicos anteriores. Lo que había que hacerse se logró correctamente y el sentimiento del público hace el resto, para que al final se trate de garantizar un buen rato.
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