Bajos ingresos atentan contra la autonomía económica de la mujer
En Barinas crece el empobrecimiento de las mujeres y sus familias, a pesar de la percepción de mejoría que se observa en las calles, producto de la aparición de productos en los mercado y al brote del consumo
Briceida Morales – 03/07/24
Foto: Cortesía
Comer balanceadamente (tres veces al día, introducir proteínas, fibras, frutas), comprar ropa y zapatos para la familia y hasta mantener arreglada la casa, permite tener ciertos niveles de bienestar, en especial a las mujeres y a sus hijos. Pero, con los bajos ingresos salariales y las pocas ofertas laborales, esto no es algo que se pueda garantizar en algunos hogares del estado Barinas, al sur del país.
Barinas está posicionada como el segundo mayor estado ganadero del país. Sin embargo, tierra adentro los indicadores muestran otra percepción de la realidad: pobreza y desempleo.
Las estimaciones a futuro de la población del estado Barinas revelan que para el año 2030 el total de habitantes ascenderá a 1.106.564, en los cuales hay un predominio de hombres (566.232) en relación con las mujeres (540.332).
Una brecha numérica corta si se quiere, pero lo que no hace la diferencia es el estado de vulnerabilidad en el que se encuentran las barinesas, quienes, por las pocas ofertas en el mercado laboral y los bajos ingresos, sortean toda clase de obstáculos para tener comida en sus neveras.
Una de ellas Irma Cadenas, madre de tres hijos y abuela de tres nietos (dos niñas de 4 y 2 años y un niño de 10 meses). Su sueldo como obrera en una dependencia gubernamental en el municipio Barinas es de 57 bolívares quincenales, lo que cuesta una harina de maíz precocido.
Irma se redondea con el Bono de Guerra, de 2.240 Bs. que le llega todos los meses, equivalente a 60 dólares, aproximadamente. Con eso mantiene a toda su familia y a su mamá, quien también vive con ella.
Con ese dinero compra la comida, los pocos productos de higiene personal, medicinas y trata de dejar algo para atender la situación particular (pago de abogados y alimentos) de uno de sus hijos que está detenido desde hace un año.
El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM), estimó el costo de la canasta de alimentos para una familia de cinco personas en 547 dólares.
“Dios me ha enseñado a ser más fuerte y más guerrera que nunca”, expone cuando habla de su situación. Ahora, solo va tres días a la semana a su trabajo, pues el sueldo no le alcanza para el pasaje, que está a 12 bolívares.
Muchas veces no le queda efectivo y pide prestado. Otras, camina la ruta hasta la oficina, aproximadamente tres kilómetros.
Para rendir el sueldo, compra todo en el centro de la ciudad, a unos cuatro kilómetros, pues si los adquiere en la bodega que está cerca de su casa todo le sale mucho más caro. Irma mete en la bolsa de todo un poquito, arroz, pasta, carne o pollo, como lo hacía en tiempos de la escasez de alimentos en 2016.
También recibe, mensualmente, una bolsa del Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP). Le cuesta 22 bolívares, la mitad de una quincena.
Tiempo atrás, solía comprar algo de ropa para ella o sus hijas. Lo hacía, regularmente, pero desde la detención de su hijo, gran parte lo invierte en comida y productos de limpieza para él.
“El bono de guerra no alcanza para darse lujos, cuando se agarra otro poquito le compro algo a mis nietos. Ahora solo pienso en el salado de mañana (haciendo referencia a la comida) o en las cosas personales de mi hijo”, dijo con nostalgia esta mujer, quien debido a tantas preocupaciones ha bajado cerca de 20 kilos .
Para 2021, la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) mostró indicadores diferenciados en los que reveló que en Barinas, 68 % de las mujeres estaban por debajo de la línea de pobreza extrema, frente a 66 % de los hombres.
“Todo lo congelo”
Estirar los ingresos, perapetear los muebles, aguantar meses con las canas, es algo que las mujeres saben hacer por necesidad. Cuando, por los bajos salarios e ingresos, no tienen autonomía económica, cubrir las demandas personales y las del hogar se vuelve una tarea titánica y marca una desigualdad de género a corto y largo plazo.
Según la Encovi de 2023, sólo cuatro de cada 10 mujeres participa en el mercado laboral y en Barinas Irmis Unda es parte de esa estadística. Es viuda, madre de dos hijos (un joven y un niño), pero no se rinde y apela a la creatividad, principalmente, para garantizar los alimentos en su casa.
Piensa en recetas económicas que puedan gustarle a sus hijos, y trata de comprar productos de larga duración. Hace sus compras en la calle El Hambre, un sitio conocido en el municipio Barinas, ubicado en la avenida Agustín Codazzi, donde cada fin de semana llegan los buhoneros con precios más baratos.
“Allí se consiguen las cosas más económicas, y para que no se me dañen las congelo (por ejemplo las frutas, las legumbres y el queso). Hay que tener ingenio para elaborar la comida, recetas sencillas y sabrosas”.
Para rendir las carnes las mezcla con legumbres y hortalizas y prepara mucho grano, de hecho es uno de los productos que adquiere en cantidad, entre 5 a 6 kilos al mes, pues además su hijo pequeño tiene una dieta específica y no come mucha carne.
Si son los aliños, los frita, los sazona y los mete en la nevera. Gasta 30 $ cada semana, aproximadamente.
A Irmis la ayuda que el programa mundial de alimentos de las Naciones Unidas (impacta a niños de 0 a 6 años) le entrega una bolsa especial para su hijo. “Con eso voy completando, además de la bolsa del Clap que llega mensual”.
Al igual que Irma, comprar ropa para ella y su familia es algo que hace muy eventualmente.
Pone a prueba sus habilidades
En Barinas, las mujeres se enfrentan a dificultades para acceder a trabajos bien remunerados, situación que no va a tono con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que propone una hoja de ruta para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.
En la región se observa que las mujeres se desempeñan en actividades que no son sus áreas de estudio ni de habilidades. Ysaira Villamizar es un claro ejemplo. De docente y dirigente política, que ha ejercido como funcionaría pública en distintos niveles, incluso como directora, en estos momentos trabaja como secretaria.
“De pronto me vi con muy poco, materialmente hablando”, comenta. Sus hijos emigraron, así que pasó su propio duelo emocional y, ahora, por una situación económica que desmitifica eso de que “las remesas nos sostienen”.
Consciente de varias habilidades, decidió aceptar un empleo como secretaria, donde antes ejerció como Subdirectora Académica, sin ningún tipo de prejuicio o complejo, y con la satisfacción de ganarse el pan con su propio esfuerzo, como ella misma lo dice.
A la par de estas obligaciones, pertenece al Consejo Pastoral de la iglesia donde se congrega y es voluntaria de Cáritas Barinas. También pertenece a Asocoinbar, una asociación que nació de una lucha por los derechos sociales y económicos de los barineses. Esas actividades la mantienen activa, sin duda.
Sin embargo, a la hora de organizar la comida del día, saca la cuenta: “¿cuántas raciones de proteína animal requerimos?”. Luego, decide alternar un día espaguetis con muchos vegetales, otro con granos, arroz, plátano, otro día sopa con proteína animal, sea hueso, costilla, carne, etc. La carne también la distribuye en raciones, para espaguetis, para mechar o molida.
En abril de 2024, la Asociación de Comerciantes, Industriales y Productores Agropecuarios del estado Barinas (Asocoinbar), afirmó (la reseña aparece en el portal Banca y Negocios) que cerca de 400 empresas entre grandes, medianas y pequeñas han cerrado sus puertas en la región.
En su casa, básicamente se ocupan del almuerzo, donde siempre incluyen una bebida a base de jugos naturales. En el desayuno casi siempre comen arepa y huevo o queso y jugo. Ysaira tiene en su casa un jardín con guayaba, limones y cambur, y por eso puede tener jugos en sus comidas diarias.
Ella sí no cuenta con el CLAP. A la parroquia Alto Barinas Sur, sector Prados de Barinas, la bolsa llega esporádicamente . “El gobierno nos tiene clasificados como zona de privilegios, lo cual es una idea desfasada. Basta con visitar las casas para comprobar que sólo viven adultos mayores casi desasistidos, en casas con muchos daños acumulados, filtraciones, baños dañados, paredes sin pintura por falta de capacidad para mantenimiento; todo lo que reciben de ingresos es para comida y para un poco de medicinas”.
Por eso, ella le da importancia a los desayunos y almuerzos y la cena la hace muy ligera. Gasta muy poco en ropa, la que tiene la mantiene por mucho tiempo. Además, ha reducido la compra tanto de productos de limpieza como de higiene personal. “Solo se compra lo básico y, excepcionalmente, algún producto especial que también se usa de manera especial”.
Esas maniobras, de estirar el dinero y rendir la comida, las pudiera hacer Yoleida Silva, 28 años de edad, madre de siete niños (9,8,7,5,4,2 y seis meses), pero ella no la tiene fácil, está sin trabajo y sin asistencia social.
Tres de los hijos son de ella, tres de su esposo y uno en común; el más pequeño tiene síndrome de Down y una de las niñas un leve trastorno, luego de sufrir convulsiones a los pocos meses de nacida.
Su historia, no está de última por ser menos importante, sino porque en ella se reúnen todas las vulneraciones y desigualdades que se describen en los casos anteriores: pobreza marcada por el desempleo, sin dinero para comprar comida ni medicinas y vive en rancho sin servicios que armó junto con su esposo en la invasión La Arenosa, en el medio de la ciudad de Barinas.
Para el momento de recoger su testimonio, ya a mitad de mañana, en su cocina solo había una olla con una avena. Ese era el único alimento para los niños.
Políticas de sus propias políticas
Irma, Irmis, Ysaira y Yoleida son cuatro mujeres, cada una con sus capacidades, logros y desaciertos, que dibujan con sus historias distintas realidades que padecen las mujeres y sus familias en Barinas.
Ninguna de ellas tiene autonomía económica, entendida (de acuerdo a la Cepal) como las posibilidades de las personas de generar y hacer uso de recursos, de disponer libremente de su tiempo, de alcanzar su pleno desarrollo y de participar activamente de la vida pública.
Todo lo contrario sucede con ellas, cada vez enfrentan mayores desafíos en su desarrollo, algo que el profesor Orlando Duno, de la Universidad Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora (Unellez), denomina “dependencia subyugada”.
Duno, quien es egresado de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela y da clases de Filosofía Social, Epistemología, Filosofía Latinoamericana, Ética social, Metodología de la investigación y Psicología Social, explica que las condiciones materiales inalcanzables y, en consecuencia, no poder cubrir necesidades básicas es lo que hace que una mujer sea vulnerable.
“Cuando no se obtiene de manera legal, por intercambio de fuerza laboral o por medios de intercambios de materiales o bienes autoproducidos, entonces, nos encontramos con lo que llamo ‘dependencia subyugada’, es decir, se crea una condición de necesidad por otro ente independiente de la persona, llámese esposo, gobierno, familia, entre otros. Desde esta perspectiva la ‘paz’ es una ilusión de quienes procuran ver solo el lado visible del problema y no los significantes complejos que están predominando en su dialéctica”.
De manera que, dice, lo que ha habido “es una interesante adaptación a las condiciones materiales y subjetivas para sobrellevar la cotidianidad en los distintos ambientes socioproductivos y de convivencia. Las mujeres hoy día se han convertido en políticas de sus propias políticas”.
Viendo todo lo anterior, y para concluir, aún cuando se evidencia en las calles una mejora en las condiciones sociales y económicas (hay comida en los anaqueles y gente comprando en comparación con 2015 y 2016, años de la emergencia humanitaria compleja (EHC)), a estas cuatro mujeres, como a la mayoría de las barinesas, la garantía de sus derechos para avanzar en el goce de sus tres autonomías: económica, física y en la toma de decisiones, es una deuda que engorda el Estado venezolano.
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