viernes, 30 de agosto de 2024

El difícil retorno: la migración las cambió pero volvieron al sitio donde todo sigue igual

 

El difícil retorno: la migración las cambió pero volvieron al sitio donde todo sigue igual

Ellas decidieron regresar al país luego de formar parte de los siete millones de venezolanos que migraron. Pero, readaptarse ha representado un desafío debido a los cambios que experimentaron durante el proceso migratorio

Nayrobis Rodríguez – 02/07/24

Quienes tomaron la decisión de volver se enfrentan a desafíos en el retorno (Foto: VOA Noticias)

En marzo de 2024 Laura Márquez decidió que era tiempo de volver a casa. Se fue del país cuando solo tenía veinte años y era madre soltera de una niña de dos años. Para trabajar en Trinidad y Tobago sólo contaba con sus estudios de bachillerato y la experiencia laboral de trabajar en el aseo de viviendas.

Durante seis años vivió como migrante en la isla antillana, trabajando en tareas de limpieza en bares y casas de familia, alejada de los suyos y sobre todo de su hija, una niña de dos años de edad que dejó al cuidado de su madre y su hermana menor, que en ese entonces, somo tenía 14 años. Desde ese momento solo pudo ver a su familia por videollamadas.

A su regreso, se encontró con una ciudad con la mismas carencias que dejó a su partida. Cumaná estaba detenida en el tiempo, las fuentes de empleo no eran tantas como pensaba y le ha tocado construir de cero la relación con su hija, ahora de ocho años,
“No hubo un día estando allá en el que no deseé volver. Me fui pensando que regresaría, en mi mente ese regreso sería el día más feliz. Y en parte lo fue, porque volví a tener a mi hija en mis brazos. Pero estos meses desde que me vine de Trinidad han sido difíciles. Fue duro estar allá, pero también lo es estar aquí”.

Desde el año 2020 se tiene registro del retorno de migrantes que abandonaron el país debido a la crisis económica y social estructural que atraviesa Venezuela.

Para el mes de abril de ese año y según una nota publicada en el portal de noticias Runrunes, el Observatorio de Igualdad de Género reportó que el número de mujeres migrantes representaba cerca del 50% de los venezolanos en el exterior.

De igual forma, una publicación de El Nacional, que refleja los resultados de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi 2022) realizada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), detalla que solo el 6% de los migrantes había retornado al país.

Al respecto, el investigador y académico Luis Pedro España, quien está al frente de la Encovi, indicó en esa oportunidad que, pese a algunos cambios en materia económica, en Venezuela “no ha habido cambios importantes en la política social”, por lo que era improbable el retorno masivo de connacionales.

Laura fue una de las que decidió volver a pesar de tener empleo estable como personal de limpieza. “Pensé que si podía limpiar y ganar dinero en Trinidad, lo podía hacer en mi país sin sufrir tanta xenofobia. Pero lo que hice fue cambiar unos problemas por otros”, dice.
Ella partió a Trinidad y Tobago como muchos otros, en una embarcación clandestina que salió desde una playa en Güiria, en el estado Sucre. Aunque fue confiada de que primas -que ya estaban instaladas en la isla- le prestarían ayuda en cuanto a alojamiento y una oferta laboral, a solo dos semanas de migrar el panorama le cambió.

“Mi inicio fue difícil porque mis primas me echaron de un apartamento que tenían alquilado porque una de ellas empezaría a vivir con su novio. Me tocó vivir en residencias durante meses, mudándome de un lado a otro”, relata.

Con el tiempo, Laura cuenta que conoció otras venezolanas que la ayudaron a encontrar trabajo aseando casas de familia. “No era fácil. Para los trinitarios las venezolanas todas somos prostitutas aunque no lo seamos, y nos ofenden y tratan mal. Pero pagan bien la hora de trabajo. Una habla poco y trata de no ser vista o que noten nuestra presencia”, asegura.

Trabajar en aseo, no tener pareja formal, ni una casa propia allá fueron también razones para que decidiera volver. “Mandaba casi todo el dinero que ganaba para mantener a mi hija y mi mamá, y sin embargo no me faltaba nada en Trinidad. Nunca supe lo que era dejar de comer o vestirme con cosas nuevas”, recuerda.

Por ello, su experiencia como migrante le enseñó que existen otras perspectivas de vida. “Me fui a un país en el que demuestran que no quieren a los de mi nacionalidad, pero que había formas de ganar dinero y tener una vida sin carencias. Dejé de tener miedo porque tuve la certeza de que sí podía trabajar y comprar cosas que me dieran comodidad, que podía comer bien y no pasaría días sin tener electricidad o agua potable. Volví y volvieron esos miedos que se habían ido”, cuenta.

Laura regresó a Cumaná y con esto regresaron sus miedos (Foto: Diario El Tiempo)

Patricia Lugo (nombre ficticio a petición de la fuente) migró de Cumaná en plena crisis de 2017 cuando en su hogar solo había sardinas y masa de maíz para comer.

A pesar de haberse graduado de administradora en la Universidsd de Oriente y de tener un empleo en esa época y de que sus padres también tenían empleo como profesores universitarios, el dinero que aportaban los tres al hogar no alcanzaba para cubrir las necesidades básicas.

Pero, además de la crisis económica, había una situación de fondo que la motivaba. Creyó que en Bogotá, Colombia, podría ser ella misma y no ocultar su sexualidad como durante toda su vida. Además de una oportunidad para salir de la crisis, migrar también fue la oportunidad para poder decir libremente que es lesbiana.

“Nunca pude decirle a mis padres que soy homosexual. Me fui y viví la experiencia de poder ser yo misma sin dar explicaciones y sin que me discriminaran por eso”, dice. Tampoco pudo hacerlo a la distancia y las circunstancias la obligaron a regresar a finales de 2023, debido a la enfermedad de su padre, quien fue diagnosticado con cáncer.

Han pasado siete meses desde que Patricia volvió para ayudar a su madre a cuidar de su papá y hacerse cargo de su hogar. Cuenta que, aunque ha intentado, no ha podido decirle a sus padres sobre su orientación sexual.

“Tengo que volver a ocultarlo, a ser la misma que era cuando me fui, aunque no lo soy. Nadie es la misma seis años después y con más libertades. Mi papá no lo aceptaría y mi mamá siempre dice que espera que me case y forme un hogar como el de ella”, dice con tristeza.

Cuando llegó a Bogotá, Patricia se encontró con un amigo de la infancia que no sólo la apoyó en el proceso de adaptarse al país, conocer la ciudad y encontrar un empleo, sino que también la apoyó cuando ella decidió mostrarse tal cual era.

Mientras vivió en Colombia, asegura que no sintió discriminación por ser lesbiana y, aunque no participó o hizo activismo con la comunidad LGBTIQ+, podía estar en pareja sin ser juzgada.

“Tuve una relación amorosa larga. Mi novia era colombiana y la verdad nunca sentimos necesidad de ocultar nuestra relación sentimental. Yo pude trabajar normalmente y mandar dinero a mis padres. Para mí fueron unos buenos años”, relata.

Una de las situaciones que lamenta Patricia es precisamente encontrar que, a su regreso, además de seguir con fallas estructurales en servicios públicos, en su ciudad sigue habitando una sociedad que se burla y rechaza a personas homosexuales.

“He visto todo, sin decir una palabra. Cumaná se detuvo en el tiempo. Los homosexuales seguimos causando risas y críticas, seguimos teniendo que ocultarnos y no podemos demostrar afecto en público. Pasé seis años rodeada de personas que me respetaban igual y daba lo mismo si yo era gay o no. Y eso lo extraño”, confiesa.

El duelo de volver al mismo lugar, siendo distinta

La psicóloga Constanza Armas, investigadora que ha laborado en el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (IIES) de la UCAB, indicó que hay un contexto social que atiza las dificultades en el proceso de adaptación de una migrante que regresa al país.

En ese sentido, explica que un dato importante que tiene que ver con el retorno es que el 94% de los hogares que reciben remesas lo usan en alimentos y el 58% en salud, es decir, para cubrir necesidades básicas. “¿Qué pasa si la persona que manda estas remesas retorna? Este hogar se queda sin esa entrada y además tiene una persona adicional que vuelve a un país con una crisis cronificada como la que tenemos en Venezuela”, añade.

“Además, en todo este contexto, quienes mayoritariamente gestionan la crisis son las mujeres”, advierte Constanza Armas. Con esto, apunta que son ellas quienes buscan la posibilidad de alimentar a las familias de la forma más económica, sortean las posibilidades y los recursos disponibles en la mayoría de los casos.

“Si una mujer sobrecargada de responsabilidades retorna, siente que no tiene muchas alternativas y siente ansiedad, miedo y son respuestas absolutamente normales frente a una situación como esta y además, esperadas. O sea, cualquier persona que se vea en una situación límite tiene como respuesta natural alguna sensación de disconfort, mínimamente antes de poder activarse para resolver los temas de la crisis”, explica.

Armas precisa que a la crisis de servicios públicos se le añade que el Estado venezolano no reconoce la migración y por lo tanto no dispone de proyectos y programas que asistan a las personas retornadas.
Justamente el 16 de junio de este año el presidente Nicolás Maduro anunció la creación del Viceninisterio de Atención al Migrante, el cual estará a cargo de Pedro Seassone. Además de facilidades para el retorno de connacionales y apoyo en salud y educación, la administración de Nicolás Maduro anunció apoyó para “iniciar proyectos de emprendimiento y de pequeña inversión una vez que estén en la Patria, además de brindar protección socioeconómica”, según indica una nota en el portal del Ministerio de Relaciones Exteriores.
La creación de este viceministerio genera suspicacia porque en reiteradas ocasiones, el primer mandatario ha negado la magnitud de la migración venezolana.

El retorno al país de origen también implica un proceso de duelo (Foto. World Vision Colombia)

El componente emocional

La psicóloga Constanza Armas resalta que la situación emocional al volver a casa también depende de la situación que vivió en el extranjero. La persona que retorna se siente contenida al volver a un entorno conocido, que la reconoce, que habla en su mismo lenguaje y que se rodea de su entorno familiar.

Pero, al regresar a un entorno conocido, muchas personas se dan cuenta de que no son las mismas que eran antes de la migración y así lo explica la psicóloga María Virginia Rojas, especializada en atención familiar, depresión y adolescencia.
Rojas indica que, ante esta situación y para poder hacerle frente, es importante empezar a reconocer cuáles fortalezas adquirieron afuera, cualidades y aprendizajes que, de alguna manera, pueden aplicar en el retorno al país.

Aceptar también que sus familiares no son las mismas personas y poder empezar a reconocer el tipo de emociones que genera el retorno, internalizando que ninguna emoción es negativa, ya que se trata de un proceso de duelo.

“Así sientas rabia, así sientas tristeza, así sientas otra vez ganas de irte. Digamos que esa no sería la razón por la cual deberías estar fuera, sino que es normal y es natural porque estarían pasando por otro duelo. Entonces comprender que es un proceso natural y empezar esa adaptación. Cómo empezar a compartir más con su familia, con sus hijos, pero sin dejar de lado el hecho de que se debe hacer una lista de virtudes, fortalezas y del aprendizaje que se adquirió afuera y unirlo con el que ya tenía acá en Venezuela para ver cómo todo esto se pone en práctica”, recomienda.

Mientras Laura siente que su regreso era necesario para poder ver crecer a su hija y estar con su familia, Patricia piensa en regresará a Colombia eventualmente.

“Cuando me fui de Venezuela sentí que dejé mi vida entera aquí, pero al regresar me dí cuenta de que parte de mi vida real empezó cuando migré, aunque mis amores más grandes estén aquí”, sentencia.

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