Crecida del río Manzanares arrastró la dignidad y el pudor de las mujeres
El 2 de junio en Cumanacoa, estado Sucre, las lluvias no dieron tregua. Más de 30 mil personas afectadas, entre ellas mujeres y niñas que fueron doblemente vulneradas, pues no solo perdieron sus casas, sino que además no pudieron gestionar su higiene personal
Ariana Agreda – 14/08/24
Foto: Archivo
Eudelys, Miriam y Virginia no tuvieron tiempo para pensar en si estaban menstruando, si tenían zapatos o si estaban desnudas. El instinto por salvarse y por cuidar a los suyos fue primero. No obstante, cuando pudieron estar fuera del agua y de los derrumbes fue que reconocieron que, la tragedia ocasionada por las lluvias, les había robado su intimidad.
Eudelys Cortéz, de 22 años, es una de las sobrevivientes de la tragedia que consternó al municipio Montes, estado Sucre, tras el desbordamiento del río Manzanares el pasado 2 de julio. Ella y su familia, pertenecen al poblado de La Fragua, una de las zonas más devastadas por este desastre natural.
Su vida, sus recuerdos y todo el esfuerzo de su familia fueron arrastrados por el río. Lo único que le quedó fue la fe y la esperanza de renacer en medio de aquella escena triste y compleja.
Las ayudas empezaron a llegar, la solidaridad de todos los venezolanos se hizo sentir en las zonas afectadas, las instituciones del Estado y las empresas privadas también estuvieron presentes. Alimentos no perecederos, agua potable, ropa y medicinas eran la principal solicitud de todos los centros de acopio.
Eudelys sabía que no era momento para pedir, sabía que todo lo que llegara sería bien recibido por miles de familias que estaban damnificadas. Sin embargo, para el momento de la tragedia, ella experimentaba días de sangrado y de intensos dolores, la menstruación la acompañaba y según su relato, ser mujer en ese momento de consternación no la ayudaban.
Con ropa interior mojada, sin toallas sanitarias y con fuertes cólicos, Eudelys buscaba, entre las donaciones que llegaban, alguna ayuda para poder aliviar su malestar e incomodidad, pero en el medio de su angustia, no se atrevía a decir lo que necesitaba.
“Yo me acercaba, veía todo lo que traían, esperaba ver modes (toallas sanitarias), ya que al momento me cubría con la ropa que me iban donando. Me tocó que ingeniármelas, uno sabe lo difícil que es ser mujer, pero en estos momentos cualquier cosa sobrepasa la imaginación”, agregó.
Las toallas sanitarias no llegaron. Los días pasaban, mientras las donaciones se multiplicaban. Sin embargo, ella aseguraba que se sentía olvidada, al tiempo que recordaba que “no era momento para pedir”.
Relató que al segundo día de la tragedia llegaron pañales desechables para su vecina, damnificada con su hija de 14 meses. En ese momento vio una “salvación” y, aunque no quería abusar de sus vecinos que estaban en la misma condición, su necesidad pudo más y se atrevió a hablar.
Para su sorpresa, ella no era la única que atravesaba su ciclo menstrual en medio de la zona de desastre. Otras mujeres de la zona también atravesaban por esos síntomas, y ninguna se atrevía a expresarlo por temor al rechazo.
La vulnerabilidad femenina
Debido a los roles de género, las mujeres suelen asumir la responsabilidad del cuidado de niños, niñas y adolescentes, de personas adultas, con discapacidad.
En el caso de embarazadas o que hayan tenido un parto reciente, experimentan una movilidad reducida que aumenta las dificultades para trasladarse hacia una zona segura durante eventos de este tipo.
Ciertamente, esta población sufre desproporcionadamente durante desastres naturales y se enfrenta a la escasez de recursos esenciales para la subsistencia diaria, en especial de alimentos.
Para el año 2019, la Organización de Naciones Unidas Hábitat (ONU Hábitat) detalló en su informe que tras un análisis en 141 países luego de desastres naturales, se observó que las mujeres y las niñas tienen 14 veces más probabilidades de morir que los hombres, debido a las diferencias a las desigualdades que existen en torno sus derechos económicos y sociales.
Por tanto, para la socióloga Nolmelys Rojas, es necesario considerar la realidad de las mujeres en medio de las consecuencias de un fenómeno natural.
La especialista aseguró que persisten los tabúes, mitos y la vergüenza en torno a temas que forman parte de la cotidianidad de las mujeres, y que podrían causar efectos negativos en los sentimientos y la dignidad de las afectadas.
“Hablamos de estigmas que debemos mejorar, temas que se deben reforzar y normalizar. Ayudas que deberían ser consideradas a la hora de ocurrir eventos de esta magnitud, pero esto viene desde proyecto del Estado, líneas de acción que garanticen la calidad de vida de las mujeres en diferentes situaciones de emergencia”, enfatizó.
“Aquí no es solo hablar de una mujer que esté menstruando, es hablar de acoso e intimidación, de sexualizar a una mujer o en el peor de los casos, a una niña, porque está mojada, porque no tiene la ropa adecuada porque fue la única donación que llegó, porque no duerme ni tiene una vida con normalidad. Son muchos factores que atentan contra la dignidad de las mujeres, y en esos momentos, es donde debería salir los planes de acción inmediata para apoyar a este sector de los afectados”, agregó.
Reducción de riesgos
Miriam García, de 69 años, es otra de las damnificadas de la zona. A su edad, ya ha vivido tres vaguadas pero asegura que ésta es de las peores que le tocó experimentar. Al momento de la conversación, ya habían pasado cuatro días de la tragedia, cuatro días sin techo, sin cama, sin luz, sin nada.
“Solo me acompaña mi oración porque ya ni mi privacidad. Aquí estamos sometidos a qué nos vean, perdimos todo, pero uno como mujer guarda su pudor, el hecho de querer privacidad para cosas tan sencillas como hacer necesidades, bañarnos, cambiarnos. Lo hacemos detrás de escombros, porque no piensan en un espacio para la atención de nosotras. Aquí hay niñas, jovencitas, y todas expuestas al morbo de la gente, de los que vienen a traer donaciones, esto es una cosa espantosa”, indicó con la voz temblorosa.
Miriam recuerda que para el año 2012, última tragedia que había vivido el municipio Montes, ella propuso un plan de atención integral para las mujeres afectadas por el desastre. Para aquel momento trabaja en la Alcaldía de esta jurisdicción, y siempre se consideró activista de los derechos de las mujeres, pero asegura que nunca fue escuchada, al contrario, se sintió burlada ante los comentarios que venían de “sus superiores”.
“Tengo esa imagen en mi cabeza, recuerdo que me dijeron que ese tipo de desastre no pasaba todo el tiempo. Que no podían gastar recursos en ese tipo de temas. Para esa época yo tendría como 56 o 57 años y por eso también fui burlada, como si la edad no conociera las necesidades de todas las mujeres”, sentenció.
Fernando Arauguen, miembro de la ONG Hombres por la equidad e igualdad y activista feminista, indicó en una entrevista para la Red de Mujeres Constructoras de Paz, que una de las grandes campañas que mantienen estos movimientos en actualidad, es tratar de lograr que a través de la cultura se hable de la prevención y atención a las mujeres en situaciones extremas.
Foto: Televen
“En el caso de catástrofes, problemas en general, el último tema en el cual la gente comenta, o la gente estudia o investiga, es el momento del periodo de la mujer, temas de su privacidad, temas de su dignidad. Por eso la discriminación, que es parte también de la cultura, cuando se hace la previsión de los sistemas de cuido en estas catástrofes y en esos momentos, la parte de la sexualidad o de la vida de las mujeres no es reconocida. Y no es reconocida porque el machismo, y la cultura patriarcal ha limitado el estudio del inicio de los tiempos y por otro lado, ha ido desapareciendo la etapa de la mujer”, destacó.
Arauguen aseguró que este fenómeno no solo se vive en medio de desastres naturales, también se evidencia con mujeres en centros penitenciarios, tribus, entre otros.
“Es necesario visibilizar pero también sensibilizar sobre el momento de cuido de las mujeres, en todo momento. Por eso es importantísimo y desde Hombres por la Igualdad y la Equidad, hemos participado en campañas para validar la importancia de que ese momento se convierta en parte de educación para la prevención de cualquier tipo de violencias, porque el no reconocerlo, es un tipo de violencia, una violencia que se ejerce al no introducir en políticas públicas”, indicó.
Resilientes desde el renacer
A Virginia García también la crecida del río Manzanares la sorprendió junto a sus hijos de 11 y 6 años. Su historia quedó grabada en la memoria de sus vecinos, también afectados, y de todo aquel que la visitó.
Ella, quien es cabeza de hogar, quedó suspendida en el techo de su casa junto a sus dos hijos. Aun estando en lo más alto, el agua los rozaba, ya que la altura del cauce superaba el metro y medio de altura. Estuvo así desde las 3:00 a.m. hasta las 6:00 a.m., hora cuando la pudieron rescatar. Durante ese tiempo, Virginia se aferraba a sus hijos y a sus sentidos para sobrevivir.
“Yo le pedía mucho a Dios que nos salvara, le pedía perdón a mis hijos por tenerlos en esa situación, lloraba, rezaba, pero también me llenaba de fuerza el saber que en este mundo mi hijo y mi hija solo cuentan conmigo. Me llenaba de fuerza porque imaginaba que una vez que nos bajaran de ese techo, porque yo tenía fe, me tocaría solventar todo el trabajo pesado que dejaría esa crecida”.
Y así fue. Según su relato, en ella no había tiempo para el cansancio. Con la ropa mojada y desorientada, se puso a mover los escombros, buscó insumos para ella y para sus hijos, los consoló y se animó a seguir. Fue voluntaria para organizar las donaciones que iban llegando, y se movilizó para gestionar otras tantas ayudas.
“Desde el primer momento me sentí vulnerable, no solo por lo que acabamos de vivir. Me sentía vulnerable por lo difícil que se convierte estar en un lugar donde la gran mayoría cree que por ser mujer, tenemos menos beneficios”, recalcó.
Para la psicólogo, Diana Barraez, se hace indispensable brindar ayuda psicológica al momento de las afectaciones, debido a los distintos roles que cumplen las mujeres en la actualidad.
“Es necesario y se hace urgente que desde el primer momento se le brinde ayuda a todas las mujeres y niñas que viven un desastre natural. La ayuda en insumos, agua y ropa llegará para todos, pero nadie atiende las necesidades espirituales y mentales de las mujeres. En el caso de las madres, son mujeres que normalmente están tratando de atender varias cosas en un momento determinado. El hecho de vivir un desastre natural multiplica la ansiedad de cada una de ellas”, indicó.
Estos tres testimonios son las voces de centenares de mujeres que el pasado 2 de junio de este año se vieron atrapadas en la crecida del río Manzanares.
Ese día, y los siguientes, 31 mil personas, según las cifras oficiales, se vieron afectadas por los aguaceros, deslaves e inundaciones que afectaron a 7.990 viviendas (227 tuvieron pérdidas totales, 850 daños medios y 682 con deterioro leve).
Seis fallecidos, dos de ellos mujeres, se cuentan entre el duelo de esta tragedia, que ocurrió 12 años después que los destrozos dejados por el paso de la tormenta tropical Isaac. Para ese entonces, el fallecido presidente Hugo Chávez hizo una serie de promesas que no se materializaron: casas lejos del río Manzanares, un fondo millonario para reparar las viviendas afectadas, la construcción de un muro de contención y de un acueducto, así como la recuperación de la vialidad, puentes.
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