Por siempre valiente, Royelys

Una mujer trans que tuvo que esperar a los 80 años para encontrar la libertad al reconocerse y vivir plenamente su identidad, enfrentando con coraje la adversidad en Venezuela.

María Angela Arellano –IPYS  02/09/24

Royelys haciendo un show con su personaje drag. Crédito: Movimiento SOMOS. 

Royelys Oropeza nació en Los Teques, estado Miranda, Venezuela. Hija de inmigrantes españoles provenientes de las Islas Canarias, su madre era modista, mientras que de su padre hay poca información. De esa unión nacieron varios hijos e hijas, de los cuales solo una hermana sobrevive y reside en Argentina. A lo largo de su vida, Royelys siempre mantuvo presentes sus raíces y soñaba con visitar las Islas Canarias. Durante su juventud, creció y vivió en Los Teques, cerca de la capital venezolana, Caracas.

El tiempo pasó y Royelys creció. Además de ser una persona aficionada a la política, era también una apasionada de la moda. Mientras luchaba contra los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, continuaba desarrollando su gusto por el buen vestir, probablemente influenciada por su madre modista.

Antes de reconocerse como mujer, Royelys trabajó como chofer de autobús, realizando rutas urbanas y extraurbanas. Consideraba esa etapa de su vida como «bohemia». Durante ese tiempo, tuvo la oportunidad de recorrer gran parte de Venezuela y también Colombia, visitando ciudades como Cartagena, Santa Marta y Bogotá.

Royelys siempre lucía elegante, vestida con colores vibrantes como el morado, rojo o azul. Usaba suéteres que cubrían sus brazos y resaltaban su piel morena, combinados con pantalones grises y zapatos negros, siempre pulidos y puntiagudos. Le encantaba verse impecable.

Royelys con sus uñas. Crédito: María Virginia Portillo, 2023

En su adultez, Royelys se casó en dos ocasiones y tuvo cuatro hijos. Sin embargo, no fue sino hasta después de su segundo divorcio que logró identificar aquello que la hacía «diferente». En una entrevista con la activista Gabriela Belisario, Royelys comentó: “Yo siempre supe que había algo distinto en mí, pero no lo reconocí sino hasta hace poco tiempo, después de divorciarme por segunda vez”.

En 1985, Royelys anunció su posible despedida de Caracas a la línea de autobuses en la que trabajaba y posteriormente se mudó al pueblo de Rubio, en el estado Táchira, donde abrió una tasca-bar al estilo canario.

Gabriela Belisario señala que Royelys pasó por varias situaciones violentas que casi le costaron la vida, en algunos casos por problemas políticos, pero en Táchira fue debido a los grupos paramilitares que operaban en Rubio.

Esta situación la obligó a enfrentarse a los «paracos», quienes le exigían «vacuna», una suma de dinero considerable a cambio de «protección» para su negocio. Cansada de esto, Royelys perdió el hotel que tenía, se vio obligada a vender todos sus objetos de valor, así como la tasca-bar y otros negocios que poseía.

“Royelys se casó dos veces, tuvo cuatro hijos, y cuando tomó la decisión de vender todo, pensó que Mérida sería una buena opción para vivir. Era un lugar más tranquilo y lejos de los paramilitares”, explica Belisario.

A lo largo de su vida, Royelys salió con hombres y siempre sintió que llevaba una doble vida. Le gustaba vestirse con ropa de mujer, una afición que desarrolló en su juventud, influenciada por su madre modista. En Táchira, solía ir a San Cristóbal para salir y conocer hombres en citas nocturnas en discotecas.

En vida, Royelys contó que al llegar a Mérida junto con otros dos amigos, intentaron secuestrarla para asesinarla. Le dispararon en la cabeza y le robaron todo lo que llevaba: su camioneta, joyas y oro. La dejaron desnuda en plena carretera hacia Mérida, donde casi murió de hipotermia. Afortunadamente, fue rescatada por personas que la vieron tirada en la vía. “De milagro me salvé de esa”, decía.

Después de ese suceso, vinieron tiempos difíciles para Royelys. A los 75 años, después de haber pasado gran parte de su juventud y adultez en Táchira, fue imposible recuperarse económicamente de esa situación tan grave, según explicó Belisario.

La activista también menciona que una de las hijas de Royelys, que vive en el extranjero, le ayudaba a pagar la habitación en la que vivía en Mérida, bajo condiciones muy precarias. Vivía en una casa que alquilaba habitaciones como refugio, sin acceso a una cocina y con baños compartidos. El costo mensual era de veinte dólares.

“Allí, en ese lugar, Royelys sobrevivía, ya que le ofrecía lo mínimo para vivir”, explica Belisario.

Royelys siempre supo que había algo diferente en ella, y mudarse a Mérida la hizo descubrir aquella pieza faltante: su identidad como mujer trans, que encontró mientras bailaba, cantaba y era feliz vestida de mujer.

Royelys descubre su identidad

Royelys comenzó a vestirse de mujer para los carnavales, durante las Ferias del Sol en Mérida, sin saber que esos eran sus primeros pasos en el arte del Drag, una forma de expresión que consiste en crear un personaje con rasgos femeninos o masculinos, un «alter ego».

“Tenía una amiga que le prestaba vestidos, incluso su exesposa le prestaba cosas y la ayudaba a maquillarse. En ese momento, aún no se reconocía como una persona trans. Simplemente era algo que disfrutaba mucho. Y, bueno, después de un tiempo, se dio cuenta de que iba más allá de un simple gusto”, comentó Gabriela Belisario, una amiga muy cercana a Royelys en Mérida.

Tiempo después, Royelys llegó al Centro LGBTIQ+, el primer espacio en ofrecer servicios a las personas de la comunidad, un proyecto impulsado por el Movimiento SOMOS. Romario Sánchez, activista de la organización, cuenta su primera impresión al ver a Royelys.

Royelys a la izquierda junto a Katha Seas otra chica drag del Centro LGBTIQ+ de Mérida. Crédito: Romario Sánchez.

Royelys solía sentarse en una de las mesas del maricafé, en las últimas mesas del lugar, con esa ropa elegante que la caracterizaba. Transmitía tanta seriedad que nunca imaginaron que era una persona trans.

Un día, en horas de la tarde, después de pedir ese café negro que tanto le gustaba y que preparaba la señora Ana, una de las chefs del maricafé, se acercó a Romario y a ella y les dijo:

• ¿Puedo ponerme otros zapatos y caminar por aquí?

Romario y Ana se miraron extrañados.

• Claro que sí, no hay ningún problema -contestó Romario.

Acto seguido, Royelys sacó unos tacones fucsia con negro y comenzó a caminar por todo el Centro LGBTIQ+. Romario y Ana no se esperaban eso, y se sintieron muy conmovidos por la confianza que tuvo Royelys para sentirse un poco más libre y caminar en tacones en su presencia.

Por otra parte, María Virginia Portillo Decan, profesora de Yoga en el centro LGBTIQ+, describió a Royelys como una persona siempre sonriente, que compartió con ella varias conversaciones. Royelys le contó que había practicado artes marciales en su juventud.

“A pesar de las conversaciones serias, también compartíamos momentos de risas y bromas. Siempre nos saludábamos con cariño cada vez que nos veíamos. La última vez que la vi, estaba orgullosa de sus uñas amarillas y posó para algunas fotos”, dijo María Virginia.

Royelys estaba caminando sonriente como siempre, y María Virginia se acercó a saludarla.

• Pa’ ver esas uñas tan bonitas -dijo María Virginia, señalando las manos de Royelys.
• Me las pinté hoy, amo mis uñas largas. ¿Te gustaron? -contestó Royelys.
• ¡Me encantaron! Posa aquí para unas fotos, querida -respondió María.

Royelys sonrió y posó. El resultado fue magnífico: el color fucsia de su suéter resaltaba junto al dorado de sus uñas y su piel morena.

Momentos difíciles

Royelys buscaba la manera de estirar las pocas remesas que le enviaba su hija, y por las noches cuidaba carros en las inmediaciones de la Plaza Las Heroínas. Muchas veces se alimentaba de los bonos que le llegaban del gobierno, siempre viviendo en condiciones muy precarias, según contó Belisario.

Añadió que cuando Royelys empezó a frecuentar más seguido el Centro LGBTIQ+, se convirtió en beneficiaria directa del programa de alimentación que ofrecía el Movimiento SOMOS. Almorzaba y cenaba allí, lo que de alguna manera le ayudaba a solventar para algo de comida.

El drag llegó a la vida de Royelys luego de un tiempo de frecuentar el Centro LGBTIQ+, donde conoció a les chiques que hacían Drag y comenzó a interesarse en ello.

Se creó la escuelita drag, una iniciativa de la Cámara de Comercio LGBTIQ+ y el Movimiento SOMOS en el año 2023. Royelys, sin dudarlo, se postuló y allí realmente se descubrió como una persona trans. Le gustó tanto el nombre de Royelys que decidió seguir usándolo el resto de su vida.

Ser una mujer trans en Venezuela

Para Royelys no fue fácil ser una persona mayor y parte de la comunidad LGBTIQ+. Venezuela, a lo largo de los años, ha sido un país con poca aceptación hacia las personas trans, y aunque Royelys logró encontrar un espacio donde sentirse aceptada y querida, no siempre fue así.

Ser una mujer trans en Venezuela conlleva múltiples desafíos, y Royelys los vivió en carne propia. En el país, las personas trans suelen enfrentarse a una serie de obstáculos que van desde la discriminación en el ámbito laboral hasta la exclusión social. Esto se intensifica aún más en el caso de personas mayores, quienes a menudo son invisibilizadas dentro de la misma comunidad LGBTIQ+.

Royelys nunca tuvo la oportunidad de hacer una transición completa debido a las dificultades económicas. Sin embargo, eso no la detuvo. Encontró formas de expresar su identidad, ya sea a través de la ropa que vestía o de los pequeños detalles que incorporaba en su apariencia, como el color de sus uñas o el estilo de sus zapatos.

Una de las mayores barreras para las personas trans en Venezuela es la falta de reconocimiento legal. Sin acceso a una documentación que refleje su identidad de género, Royelys, al igual que muchas otras personas trans, enfrentó dificultades para acceder a servicios básicos, desde atención médica adecuada hasta la posibilidad de conseguir un empleo digno.

La violencia también fue una constante en la vida de Royelys. Como persona trans, se enfrentó a agresiones tanto físicas como verbales en varios momentos de su vida. La impunidad y la falta de protección legal para las personas trans en Venezuela han perpetuado un entorno peligroso y hostil.

Royelys sonriente. Crédito: María Virginia Portillo, 2023

A pesar de todos estos desafíos, Royelys encontró una comunidad en Mérida que la apoyó y la acompañó en los últimos años de su vida. Aunque la sociedad en general no estaba preparada para aceptarla plenamente, en el Centro LGBTIQ+ encontró un espacio seguro donde pudo ser ella misma sin miedo a represalias.

Gabriela Belisario, activista y amiga cercana, comenta sobre Royelys: «Ella fue una mujer valiente, siempre con una sonrisa a pesar de las adversidades. Nunca se rindió y siempre buscó maneras de ser feliz, de expresarse como quien realmente era. La sociedad puede haberle cerrado muchas puertas, pero Royelys siempre encontró una ventana por la cual asomarse al mundo.»

La historia de Royelys es un reflejo de las luchas y resistencias de muchas personas trans en Venezuela. A pesar de las dificultades, Royelys vivió su verdad, y su legado perdura como un símbolo de resistencia y coraje en un entorno que, en muchas ocasiones, se mostró hostil hacia su existencia.

Su vida, marcada por la lucha y el deseo de ser quien realmente era, es un testimonio de la importancia de crear espacios inclusivos y seguros para todas las personas, sin importar su identidad de género. Royelys es recordada no solo por quienes la conocieron, sino también por las generaciones futuras que continúan luchando por una Venezuela más justa e igualitaria para todas las personas, sin excepción.