300 días de resistencia
Ayer cumplimos 300 días de un viaje inesperado, un viaje que comenzó con la escapada de las garras de los esbirros de Maduro que querían encarcelarnos, torturarnos o desaparecernos y que siguió con la búsqueda de refugio en la Embajada de Argentina en Caracas, donde fuimos acogidos gracias al apoyo del gobierno de Javier Milei.
Al mirar hacia atrás siento una mezcla de emociones: furia, esperanza y compromiso, pero sobre todo una profunda gratitud por la resistencia que hemos encontrado en la adversidad.
Desde el primer día nos hemos enfrentado a un asedio constante.
La presencia de agentes de la policía de Maduro, armados hasta los dientes, ha sido nuestra dura realidad.
Sus rostros cubiertos amenazantes y sus gestos intimidantes nos recuerdan que estamos rodeados, pero también nos enseñan a valorar aún más nuestra libertad y la dignidad que hemos luchado tanto por mantener.
Los francotiradores, ocultos en los alrededores, son un recordatorio sombrío de lo que está en juego.
Cada día, el sonido de la vigilancia se convierte en parte de nuestra existencia.
Sin embargo, entre estos muros de constante intimidación, he descubierto una comunidad valiente de compatriotas: cada uno de nosotros tiene una historia que contar, un sueño que aún no hemos dejado morir.
La falta de electricidad y otros servicios básicos añade un peso adicional a nuestras vidas, pero hemos aprendido a adaptarnos y a encontrar pequeñas alegrías en lo cotidiano.
Compartimos comidas improvisadas, risas y hasta momentos de reflexión bajo la tenue luz de las velas, linternas y de una pequeña planta de emergencia que prendemos por un rato dos veces al día.
Estos lazos han forjado una familia en la que cada uno representa la lucha por un futuro libre de opresión.
A pesar de todo, tenemos una enorme esperanza que nunca se apaga en nuestros corazones de que pronto saldremos de esta pesadilla, al conquistar la libertad de Venezuela.
Sabemos que hay un mundo más allá de estas paredes, un mundo que anhela nuestro regreso a casa en un país donde la libertad y los derechos humanos sean la norma y no la excepción.
Cada día que pasa reafirmamos nuestro compromiso de no dejar que el miedo nos defina ni mucho menos nos paralice.
Trabajamos intensamente contra la opresión impuesta por la fuerza de una organización criminal que ha secuestrado a nuestro país.
Hoy, al conmemorar estos 300 días, siento que no solo hemos sobrevivido, sino que hemos aprendido a luchar.
Y aunque el camino hacia la libertad es tortuoso, sabemos que somos más fuertes juntos que ellos.
Al mirar hacia adelante, seguimos seguros en el cambio, en la justicia y, sobre todo, en el derecho fundamental de cada ser humano a vivir en paz y libertad.
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