El soldado André Lévesque pertenecía al 102º Regimiento de Infantería y estaba en el frente desde octubre de 1914. Lleva siempre consigo una medalla y una reliquia de Teresa. Sus padres le contaban los milagros que hacía y le aconsejaban que la invocara, sobre todo en momentos de peligro.
El 12 de marzo de 1916, estaba en una trinchera con cuatro compañeros cuando cayeron sobre su refugio proyectiles de 150 mm, «es decir, proyectiles de 15 centímetros de diámetro y 45 centímetros de largo». André rezó: «Hermanita Teresa del Niño Jesús, guárdame como siempre me has guardado». Un momento después, un gran obús cayó sobre la cabaña donde estaban los soldados. Atravesó el techo y se clavó en la tierra, casi bajo sus pies... pero no explotó. André explica que «si hubiera explotado, ni siquiera nos habrían encontrado». Todos fueron arrojados al suelo, y dos de sus amigos sufrieron heridas en las piernas por la caída de las vigas, pero no eran graves. André resultó ileso. Escribió a los carmelitas: «La protección de Sor Teresa es demasiado visible para no decir que se trata de un verdadero milagro. Además, cuando estaba descansando, tomé la Sagrada Comunión en acción de gracias y nunca podré agradecérselo bastante; es mi deber publicarlo».
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