Los también y los tampoco
Ahora bien, estemos claros, para cumplir y hacer cumplir la agenda constitucional y democrática hace falta exigirla y el apego a la paz no puede confundirse con debilidad
La realidad de las sociedades no se conforma con lo que está ahí, sino con lo que el ser humano pone ahí. Nada de lo que existe en la sociedad es para siempre, ni el presente está santificado y tiene que ser porque sí. Así, cuando el chavismo se hace más agobiante e imbécil, tanto más podemos asegurar que su debilidad y desesperación se respira por todos lados.
Se trata de un zombi cuya única característica es su capacidad de destrucción; no puede actuar sino para dañar, es incapaz de acción constructiva alguna. En su foso existencial sólo atina a los manotazos. La tragedia de su situación es que obviamente tampoco es capaz de llevar a cabo las operaciones mínimas necesarias para continuar haciéndose viable, ni en lo económico, ni en lo social, ni en lo político. Esto es así tanto en su política interna como también en sus relaciones internacionales. Su derrumbamiento es total.
Bastaría, es verdad, con que la oposición se ate a la constitución y las leyes, como Ulises al mástil, para causarle un terremoto, pues, paradójicamente, que se cumpla ésta hace más daño al régimen que cualquier cosa. Ahora bien, estemos claros, para cumplir y hacer cumplir la agenda constitucional y democrática hace falta exigirla y el apego a la paz no puede confundirse con debilidad, concesión y tampoco simple juego de cintura, este es el punto. La paz no está reñida con la firmeza.
Gandhi jamás levantó un dedo para violentar nada, pero nunca jamás fue ambiguo frente al imperio que combatió. Siempre y en todo momento les exigió que debían irse de su país y nunca les corrigió los errores para prolongar la vida del régimen británico, bajo el pretexto de la paz; nunca negoció para hacerse preso por conveniencia y cálculo y tampoco cedió para conseguir un puesto o un presupuesto burocrático. Hay que apoyar al liderazgo opositor, pero también es necesario que salga de su casita de muñecas y se decida a gobernar, porque la voluntad de poder es como la libertad: no se aprende, se tiene, se usa. Punto.
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